La Vanguardia (1ª edición)

El grillo del hogar

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

En el siglo XIX Charles Dickens escribió un cuento que comienza describien­do a una madre arrullando a su hijo entre otros dos sonidos, la ebullición de una olla y el canto de un grillo abrigado en algún rincón. La mujer y su marido, que no tarda en llegar, se sienten felices, protegidos con la presencia de aquel grillo que les otorga mercedes y buena suerte. Era el grillo del hogar, tal como reza el título del relato, y formaba parte de la familia como otro ser vivo más. En la historia que se va desarrolla­ndo el grillo no deja de hallarse presente, conduciend­o, como era de esperar, a un final feliz.

Los grillos, por lo general, siempre han gozado de un imaginario amigable. Su canto en las noches de verano, alternando con el diurno de las cigarras, ha penetrado por las ventanas abiertas de los dormitorio­s como un símbolo benigno de la naturaleza. Sin embargo, de pronto, su índole puede sufrir un trastorno. El afable cantor puede transforma­rse en alimento humano, de ser escuchado puede pasar a ser comido.

El Parlamento Europeo ha aprobado un reglamento sobre nuevos alimentos que incluye el consumo de insectos. Anteriorme­nte, la FAO ponderaba la utilidad de los insectos como fuente de proteínas y como medio para acabar con el hambre en el mundo. Entre los animales de seis patas considerad­os más nutritivos se encuentran las moscas comunes, los gusanos en general y los de seda en particular, y los grillos. En algunos países ya rige la costumbre de comer insectos, pero entre nosotros es más que probable que tal perspectiv­a despierte una solemne repugnanci­a. Eso por un lado, y por otro, una oposición cultural a devorar animalitos como los gusanos de seda o los grillos. El resto de los gusanos, y por supuesto las moscas, son bichos poco apreciados, pero los otros evocan imágenes bellas. Como las de los niños suministra­ndo hojas de morera a los gusanos hasta ver cómo se convierten en mariposas, o como la de los grillos cantando entre los matas o alegrando la vida cotidiana de los personajes de Dickens.

De lo que no cabe duda es de que el camino ahora emprendido no hallará obstáculos. En primer lugar se encuentra la alimentaci­ón, para los acomodados y mayormente extensible a los hambriento­s. Que el ser humano es el gran depredador desde hace siglos, nadie lo cuestiona. Los vegetarian­os con especial énfasis.

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