La Vanguardia (1ª edición)

“No sé si tengo mucho ojo o mucha suerte”

Raphael, cantante y actor, estrena‘ Mi gran noche’ y lanza‘ Sinphónico’

- PEDRO VALLÍN Madrid

Raphael (Rafael Martos, Linares, 1943) se ha propuesto que no quede un elogio que recoger cuando no esté y que el bullicioso presente de este estajanovi­sta de la canción sea siempre su mejor momento. Hoy estrena Mi gran

noche, película de Álex de la Iglesia de la que es reclamo y primera autoridad en un reparto coral con vocación de ser, antes que una sátira de la televisión, retrato esperpénti­co, doloroso y divertido, de nosotros mismos. No le falta fuelle para atender al tiempo el lanzamient­o de su disco Raphael

Sinphónico, que es mascarón de proa de una ambiciosa gira por España y América.

Disco y película a la vez. No sé cómo me las apaño, me complico la vida yo solo. Pero bueno, lo disfruto.

Cuando leyó el guion de Álex de la Iglesia, antes del rodaje ya comentaba que se sentía cómodo con su personaje y que no era una caricatura suya.

No, Alphonso no soy yo. Un villano terrible. Es un villano terrible, pero es un malvado con sus razones. Él defiende su estatus, su categoría, su posición de clásico ante tanta mierda como tiene alrededor.

Tantos años después, ¿se ha sentido cómodo como actor? Sí, me ha resultado muy grato volver porque es una película muy coral y todos los compañeros han sido encantador­es. Me he llevado con todos de maravilla. No es como antes, en el cine todo ha cambiado mucho.

¿A qué se refiere? Hay una camaraderí­a que antes no existía. Antes recuerdo que si eras la estrella, llegabas, te metían en tu camerino y no se te veía nunca. Y el único que tenía potestad para entrar era el director, o la maquillado­ra. Y el productor, si se dignaba. Era completame­nte diferente. Ahora hay un ambiente adorable, he disfrutado mucho, nos hemos ido de cenas, nos hemos reído tanto...

¿Y le ha gustado el resultado? Fue muy divertido porque no quise ver el material rodado hasta que la película estuvo terminada. Hugo Silva me decía: “¿Te has visto en la escena de ayer...?”, porque todo el mundo llevaba secuencias en el móvil y yo les decía que no. “Hasta que no esté terminado y con la música y todo montado, no me veo”. Porque necesito verlo cuando me lo pueda creer. Lo cumplí, la vi terminada. Y descubrí a Blanca Suárez, que, aparte de guapísima, tiene mucho talento y gran sentido del humor. Tiene un futuro alucinante. Sobre su disco, ¿nunca había grabado con sinfónica? No, probé en De amor y desamor, grabé cuatro cosas y me sonaron muy bien. Aun así, una cosa es el disco y otra llevarlo al escenario. Y es muy complicado pero es apasionant­e. Sobre todo porque no te puedes llevar la orquesta, así que

“En el cine de hoy he encontrado una camaraderí­a que antes no existía” “Alphonso no soy yo, pero es un malvado que tiene sus razones, que defiende su categoría” “La gira me ha permitido descubrir que en España hay unas orquestas maravillos­as”

actúas con las sinfónicas de cada lugar. Ha sido una sorpresa: hay unas orquestas sinfónicas en España que te mueres. Íbamos muy expectante­s. La de Almería es fabulosa, la de Málaga, estupenda... Y lo más excitante es que este espectácul­o, en el Real, es precioso, pero al llevarlo a un campo de fútbol descubres que allá donde pongas una sinfónica eso se convierte en el Liceo.

¿Y los arreglos?

Yo, o tengo muy buen ojo o tengo muy buena suerte. Confié en Fernando Velázquez para los arreglos, pero, claro, un disco es un disco, suena todo de maravilla. Entonces, al cantarlo con el fondo musical de la grabación empecé a pensar en una sinfónica de verdad porque sonaba de maravilla. Pero eso se lo presentas a una empresa y, claro, tiembla.

Ventaja de ser el productor. Claro, para eso estoy yo, por eso soy indie, independie­nte. Y he tenido la gran suerte de que la gente que me ha rodeado siempre me ha ayudado a sacar adelante las cosas que me apetece hacer. Nunca me desaniman o me piden que sea prudente. A ver, también me contratan otros.

Hombre, no lo dudo. Y de hecho, con esta gira sinfónica, creí que me iba a tocar ser el productor de todo, pero en cuanto se puso en marcha el primer concierto, apareciero­n empresario­s que se apuntaron.

¿Después de este disco se ve como crooner, a la americana? Yo siempre he sido un crooner, pero muy andaluz. Y muy mexicano, muy portorriqu­eño, muy catalán, muy español. Cuando empecé a cantar se estilaban los crooners, y la gente bailaba. ¿Tú no conoces esa historia?

No. Pues dije que no quería que la gente bailara. Y algunos empresario­s no me querían. Entonces me contrataro­n en Zaragoza, tenía 14 o 15 años, iba con pantalón corto. Era una sala de fiestas y la gente se dispuso a bailar. Yo me quedé mirándolos, ellos me miraban, hice un gesto al pianista, que era Manuel Alejandro, y nos quedamos mirándonos todos. Callados. No gritaron “empieza”, ni nada por el estilo, y poco a poco empezaron a sentarse. Supongo que se dieron cuenta de que no iba a cantar si no prestaban atención. Y entonces empecé, lo di todo, se armó la marimorena y hasta hoy. Nunca más bailó nadie.

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Jerarca. Raphael ha trascendid­o la moda del revival y se ha convertido en un clásico contemporá­neo antes que en un producto de la nostalgia. Con disco y película a la vez, este otoño se ha prodigado en dos promocione­s sin perder el humor ni la energía
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DANI DUCH

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