La vida es un cuento
Desde que en 1991 debutó en el largometraje con El cielo sube, película seleccionada por más de 40 festivales y que tuvo serias dificultades para su difusión comercial, Marc Recha es una rara avis cuya filmografía está al margen de toda norma. Como muy bien lo definía Josep Massot en estas páginas, el autor de L’arbre de les cireres, Pau i el seu germà o Les mans buides “practica una estética de la paradoja: cuanto más se busca la apariencia de veracidad, más se asemeja a una ficción”.
Advertencia inicial para quienes únicamente busquen asueto y diversión: Un dia perfecte per volar, a pesar de los reducidos me- trajes característicos del director, puede sumergirles en el tedio y la somnolencia. Recha nunca ofrece un juego fácil. Aquí recrea el siempre disperso y fantasioso universo infantil, a partir de la figura de su propio hijo, Roc. Por eso define su película como un “acto de amor”, partiendo de la fábula de un gigante que narraba a su hijo cuando le llevaba en coche al colegio.
El cuento como metáfora de nuestra existencia y partiendo del niño que, en unos parajes rurales, hace volar la cometa que le ha confeccionado su padre. Un personaje fantasmal (Sergi López) le ayuda en un juego cada vez más complicado a causa del fuerte viento. Pronto será sustituido por su padre, el propio Marc Recha. El niño siempre pregunta y su progenitor encadena respuestas que satisfagan a la criatura. Se percibe una evidente empatía entre Roc Recha y Sergi López. Pero también el rostro del niño depara una absoluta convicción. La creatividad visual es incesante, aunque el filme puede agradar o también irritar.
LLUÍS BONET MOJICA