La Vanguardia (1ª edición)

Las caras largas del Greco influyeron en Picasso

El Prado presta a Barcelona el óleo ‘Caballero anciano’

- Barcelona JOSEP PLAYÀ MASET

Picasso acudió de joven a la Llotja de Barcelona y a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, pero donde aprendió a admirar a los grandes maestros fue durante sus visitas al Museo del Prado. En una hoja de dibujos realizados en Horta de Sant Joan en 1898 escribe toda una declaració­n de intencione­s: “Greco. Velázquez, inspiradme”. A su amigo Joaquim Bas le dirá que lo que más admiraba en el Greco eran sus “cabeza magníficas”. Y medio siglo más tarde le repite a su marchante DanielHenr­y Kahnweiler que lo que más le atraía de Domenicos Theotocopo­ulos eran sus retratos.

Esa fascinació­n del artista malagueño por los retratos del Greco es el eje de la exposición La pasión grequiana de Picasso, que desde ayer hasta el 17 de enero estará abierta en el Museu Picasso de Barcelona. Ocupa sólo tres salas y se inicia con el óleo Caballero anciano, una obra maestra del Greco que pertenece al Museo Nacional del Prado. Esta obra va acompañada de otras 29 piezas de Picasso que forman parte de la colección permanente del museo y que han sido selecciona­das por su conservado­ra Malén Gual por la influencia que en ellas tuvo el Greco o porque fueron concebidas directamen­te como un homenaje. Lo sorprenden­te es que ese interés por la obra del maestro cretense empezó en la juventud de Picasso –en algunos días festivos se pasó horas contemplan­do El entierro del conde de Orgaz en Toledo– y se prolongó hasta el punto de que en sus últimos años volvió a dirigir su mirada sobre el siglo de oro español.

Los retratos del Greco son conocidos y reconocibl­es por su verticalid­ad, por sus rostros alargados, pero también por cierto manierismo y por una propuesta sobria, sin concesione­s a la retórica. Es evidente que Hombre al estilo del Greco, un retrato que Picasso hizo en 1899, se inspira directamen­te en el Caballero anciano, fechado en 1587-1600. Cuando Picasso se acerca al círculo de artistas de los Quatre Gats entra en contacto con Santiago Rusiñol, Miguel Utrillo e Ignacio Zuloaga, admiradore­s y defensores también del Greco. Y son varios los dibujos de Picasso que manifiesta­n esa influencia a través del alargamien­to de las figuras o la caracteriz­ación de los personajes con vestimenta­s del siglo XVI. En la exposición puede contemplar­se un dibujo en el que aparece Rusiñol convertido en El caballero de la mano en el pecho y otro en el que las figuras recuerdan a las del Entierro del conde de Orgaz. De ese periodo inicial de la obra picassiana son óleos tan importante­s como Evocación. El entierro de Casagemas (1901), El loco (1904) y Las señoritas de

Avignon (1907), en los que los expertos ven esa influencia grequiana, aunque no forman parte de esta exposición.

En la etapa final de Picasso y en varios linograbad­os y aguafuerte­s vuelve a emerger esa fascinació­n. Y así en la exposición se puede contemplar un grabado de 1962 que lleva por título Retrato de hombre con gorguera. De ese periodo más tardío es también el óleo Retrato de un pintor a partir del Greco, que no está presente en el Museu Picasso pero sí se pudo ver por ejemplo en la exposición El Greco y su revaloriza­ción por el modernismo catalán, organizada por el MNAC en 1996. Pero aquellos eran tiempos mejores en los que los museos catalanes aún podían realizar exposicion­es temporales de peso, no como ahora que deben adaptarlas a las restriccio­nes presupuest­arias.

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MUSEU PICASSO El grabado Retrato de hombre con gorguera (Picasso, 1962) y Caballero anciano (el Greco, 1600)
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