Estelades en el estadio
La UEFA está fuera de juego en el asunto de las multas impuestas al Barça por la exhibición de estelades en los encuentros de fútbol europeos. Es lógico que la entidad blaugrana haya querido resolver el problema con gestiones diplomáticas, pero no parecen llegar a buen puerto, y ante la reiteración de las sanciones habría que coger el toro por los cuernos y plantear el asunto en instancias internacionales. Es una cuestión de principios, y si es preciso habría que llegar hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), con sede en Estrasburgo, porque se trata de defender un derecho fundamental de los ciudadanos.
Lo que está en juego en este caso es una cuestión relativa a la libertad de expresión. Hay que enfocarlo en este sentido, no en el de la defensa de un ideario concreto. No se puede pretender amordazar a la masa social de una entidad deportiva –o simplemente a una parte de ella– en función de criterios ideológicos. Los aficionados del Barça tienen derecho a ser independentistas o a no serlo. Y en ambos casos carece de sentido reprimir la exhibición de sus símbolos.
Es verdad que en los estadios debe protegerse el buen orden y la seguridad colectiva, y que no se pueden tolerar expresiones de racismo o de incitación a la violencia. Cuando se impide la entrada de determinados símbolos a una instalación deportiva se hace en nombre de la protección de valores y derechos fundamentales que toda Constitución democrática reconoce y proclama.
Por eso no se puede permitir que haya personas o grupos que exhiban emblemas nazis o escudos que pertenecieron a una dictadura, como ocurre con las banderas franquistas. Pero
La UEFA está haciendo una interpretación extensiva de las normas para evitar la confrontación política
la exhibición de una estelada no atenta per se contra la convivencia ni el orden ni los derechos de terceros, incluidos los de quienes sean radicalmente contrarios a la secesión de Catalunya.
La UEFA está haciendo una interpretación extensiva de las normas que tratan de impedir que las gradas de los estadios se conviertan en escenario de confrontación política. Y lo lógico, en cambio, es aplicar criterios restrictivos. Es decir, no ver peligros donde no tiene por qué haberlos.
El independentismo no va a correr mejor o peor suerte electoral en Catalunya en función de las estelades que haya en el Camp Nou. En este sentido, se equivocan las autoridades deportivas si fomentan las sanciones al Barça, mezclando churras con merinas. Pitar un himno en un estadio es, como poco, una actitud descortés. Pero es injusto que una entidad tenga que pagar por la incorrección de una parte de sus aficionados. Usar mecanismos de retorsión no hace más que agravar los problemas. Y ya van sobrando pirómanos.