‘Esperando a Godot’
Últimamente, Mario Draghi recuerda a un protagonista de Esperando a Godot, de Samuel Beckett, una obra de teatro que tuvo mucho predicamento por esos pagos. En ella, los personajes se pasan el día esperando a un desconocido, que nunca acaba de aparecer. La misma espera inútil parece atenazar a Draghi con la inflación, cuyas expectativas no consigue elevar a pesar de la expansión monetaria en curso.
La quantitative easing (QE), es decir, la compra mensual de 60.000 millones de euros en bonos, básicamente públicos, lleva ya cerca de ocho meses actuando. Y sus efectos no se perciben del todo, aunque Draghi se apunta algunos tantos y, en la rueda de prensa de ayer, quiso convencernos de que su política comienza a dar frutos. Es cierto que, en el segundo trimestre, el crecimiento del PIB del área fue del 0,4%; y que la información disponible sugiere que, en verano, se ha mantenido ese ritmo, es decir, tasas anuales de avance del PIB próximas al 1,7%, que no está mal. También lo es que parece observarse un cierto deshielo de la actividad crediticia, como la última encuesta a la banca sugiere de forma tímida. Y que, por último, el crédito aumenta, aunque sea muy suavemente: en agosto, lo hizo tanto para las empresas (un 0,4% anual, por encima del 0,3% de julio) como para las familias (del 0,9% al 1,0%).
Sin embargo, los hechos son tozudos, y la principal obligación del BCE, recuperar ritmos de inflación inferiores pero próximos al 2,0%, continua eludiendo su acción. Así, en septiembre asistimos a una caída del -0,1% anual en el IPC de la eurozona, al tiempo que la inflación subyacente (descontando energía y alimentos) se mantiene, desde mediados de 2013, por debajo del 1%. No es extraño, pues, que los mercados financieros descuenten que la inflación se situará, en 2017, escasamente por encima del 0,5%. Además, y aunque el crecimiento de la actividad parece hoy sólido, sus expectativas están sesgadas a la baja. Los negativos efectos de la incertidumbre generada por los países emergentes y, particularmente, por China, comienzan a dejarse sentir por aquí, tanto a través del canal del comercio como, en especial, por su impacto sobre la confianza y sobre los precios.
Quizás el BCE tenga razón, y haya que esperar más para evaluar los resultados de su QE. Pero no es especialmente tranquilizador escuchar a Draghi. En especial, cuando afirma que revaluará su política en diciembre si las cosas no mejoran; y que, si hiciera falta, se alargaría la compra de deuda pública más allá del próximo septiembre de 2016.
El espectro de la deflación continúa cerniéndose sobre la eurozona. Y, por ello y para conjurarlo, el BCE sacó una gran parte de su arsenal. Pero a la vista de sus resultados, y de las previsiones que se anticipan, quizás lo que realmente esté esperando Draghi, su particular Godot, sea una recuperación de los precios del petróleo. Eso sí le iría bien, a él y al BCE. Y también a nosotros ¡Quién lo iba a decir!
Pese a la aparente alegría de las bolsas, el mensaje de Draghi no es tranquilizador