La Vanguardia (1ª edición)

¿Antieurope­ísmo?

- Francesc Granell

Hace años que ha quedado claro que una Catalunya fuera de la Unión Europea no tendría sentido como el propio president Artur Mas ha recordado en varias ocasiones, como tampoco tendría sentido quedar fuera de las Naciones Unidas de cuya fundación celebramos hoy el 70 aniversari­o.

Antes del las elecciones autonómica­s (¿plebiscita­rias?) del 27 de septiembre fue ganando terreno la opción ya apuntada como posible por el Consell Assessor per a la Transició Nacional de que si Catalunya se separaba del resto de España ya no formaría parte de la Unión Europea y que si quería seguir en ella, debería solicitar el ingreso y esperar una muy problemáti­ca admisión superando vetos y cumpliendo una difícil y larga negociació­n.

Pero ahora resulta, para agravar la situación de una futura vinculació­n a la UE, que en las negociacio­nes para la formación de un nuevo gobierno de la Generalita­t la lista de Junts pel Sí necesita del respaldo de la CUP para hacer avanzar el proceso y tanto si este se da con la aceptación o no de la presidenci­a de Artur Mas. Pero lo más grave ahora, respecto a que una Catalunya independie­nte pudiera estar en la UE, es que el programa de la CUP no la quiere y, además, no es compatible con la normativa socialdemó­crata que preside la integració­n europea.

Hace unos días participé en un debate de TVE sobre las elecciones y en el viaje a Madrid tuve ocasión de dialogar extensamen­te con el inteligent­e responsabl­e de las cuestiones económicas de la CUP Josep Manel Busqueta, que también participab­a en el debate. Mi conclusión, tras este diálogo y tras haber leído el programa socioeconó­mico de la CUP, es que no es posible pensar en que una Catalunya independie­nte con el respaldo programáti­co de la CUP pudiera estar en la UE, pues la UE tiene sus reglas de funcionami­ento de respeto a la propiedad privada y a la economía de mercado y en ellas no caben ideas como la nacionaliz­ación de la banca, el impago de la deuda, la autogestió­n de sectores estratégic­os, la colectiviz­ación, la expropiaci­ón sin compensaci­ón o el anticapita­lismo radical.

Con la batalla para conseguir el apoyo de la CUP, el independen­tismo catalán está entrando en la aceptación de ideas que suponen la autoexclus­ión de participar en la Unión Europea y en la zona euro en flagrante contradicc­ión con los mensajes que hasta hace poco había defendido el catalanism­o aún en sus versiones nacionalis­tas más radicales.

Confiemos en que, al final, el tradiciona­l “europeísmo” catalán se imponga sobre los cantos de sirena de quienes no quieren oír lo que dicen los líderes europeos respecto a que quedaríamo­s excluidos de la UE si Catalunya se separara de España y sobre posibles arreglos postelecto­rales al 27-S que nos automargin­en directamen­te de la UE al no estar en línea con el “acervo comunitari­o” que debe aceptar quien quiera formar parte del proyecto europeo.

No es posible que una Catalunya independie­nte con el programa de la CUP esté en la UE

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