Dos preguntas
De quién es un partido político? De miles de ciudadanos, según Pedro Sánchez. No sólo de sus militantes como algunos interesadamente concluían hasta el pasado fin de semana cuando el líder socialista aclaró a sus compañeros que debían aceptar sus listas y bendecir su programa electoral. Con su explicación, Sánchez contestaba retóricamente su propia pregunta. La que le incitaba a una obligada explicación para justificarse por el fichaje de Irene Lozano, martillo de socialistas corruptos e instalados durante los últimos años en nombre de UPyD.
Críticas que irritaron a muchos cuadros del PSOE y que, por eso, más de uno recibió la inclusión de la intrusa en el importante número 4 por Madrid como un golpe bajo. Porque la tendencia lógica, humana y comprensible de un militante fiel de cualquier partido es pensar que él o ella son a la formación lo que esta les pueda ofrecer. Casi todo en algunos casos. Desde el pensamiento colectivo a su expresión personal vía mensaje envasado pasando por la dedicación hasta conseguir una ocupación.
No hay voz discordante ni discrepante de la oficial porque de ella depende la nómina
En lógica evolución, llegará el puesto de trabajo remunerado que le incitará a la conservadora preservación de su estatus limitando cualquier riesgo que pueda afectarle. Prietas las filas hasta su cierre.
No hay voz discordante ni discrepante a la oficial porque de ella depende la nómina. Y para que no sea dicho, como mucho, algún matiz porque nadie aceptará a estas alturas que no se permita la libertad de expresión aunque sea relativa a causa de la autocensura. Ha sido la gran victoria del leninismo. Herencia que han hecho suya incluso las formaciones ideológicamente antagónicas. Quizás porque los extremos se tocan. Así pues, y para aparentar que los tiempos han cambiado, los partidos dicen que hoy son de sus votantes. Aquellos a los que siempre deben estar agradecidos aunque se les olvide al día siguiente de las elecciones que su relevancia es directamente proporcional al apoyo recibido. Esos votantes que, anonadados ayer, perplejos mañana, en buena parte acaban arrepentidos del paso dado como demuestran los resultados y las intenciones de cambio de las encuestas.
Votantes que, como Perales, se preguntan a qué dedican su tiempo libre quienes dicen representarles pero que sólo ven cuando suena el clarín de las urnas. Y que entonces, cumpliendo con el ritual escrito en añejas carpetas de campaña, siguen la liturgia de la cercanía, simulan que van al mercado, reparten besos a nietos y abuelas y les tranquilizan diciéndoles que se ocuparán de lo suyo. Y lo hacen tan bien, que todos, sin fisuras, como si conformaran un partido único, cumplen con el artículo 6 de la Constitución cuando dice que el ejercicio de su actividad es libre. ¿Tiene esto algo que ver con su incapacidad para resolver sus problemas de financiación?