La Vanguardia (1ª edición)

Carlota Casiraghi enseña a filosofar en Mónaco

Su objetivo es que Mónaco sea la capital de la disciplina

- ÓSCAR CABALLERO París

Mónaco sin príncipe ni paparazzi. Pero con amor: Carlota Casiraghi, de 29 años, abrió el primer taller filosófico –gratuito, como todos los que se repetirán mensualmen­te, hasta abril– de la historia del principado. Tema para el curso 2015-16: Del amor. Eso incluye “Amar, mentir, traicionar”. O “Deseo, pasión, celos”. La intención de la nieta de Grace Kelly: “Convertir a Mónaco en capital de la filosofía”. Un comité garantiza “que todo sea irreprocha­ble desde un punto de vista científico, pero accesible a todo el mundo”.

Para la experta en posados –a los dieciséis años ya era modelo de Chanel, gracias a la amistad entre su madre y Karl Lagerfeld– no se trata de una postura: si en el 2007 se licenció en Filosofía por La Sorbona, es porque “la filosofía cambió mi vida”.

La culpa es de un intelectua­l de izquierdas, Robert Maggiori, crítico de libros de Libération... y profesor de filosofía en el Instituto François Couperin, 1.600 alumnos, en Fontainebl­eau, suburbio residencia­l de París. Allí estudiaron también los hijos del filósofo –y best seller– André Comte Sponville, quien lo cuenta en un diálogo con Carlota, tema de portada, este mes, del mensual Philisophi­e Magazine.

“Hablando de usted, mis hijos me dijeron: es muy simpática; el hermano, menos”. Y le revela lo que le confesó su amigo y colega, Maggiori: “Es la mejor alumna que he tenido en cuarenta años de profesorad­o”.

Carlota le responde, entre risas, que a ella no se lo dijo. Pero que le debe su vocación. “Yo leía mucho; novelas. Pero me perdía en los sentimient­os. Con la filosofía, por el contrario, empecé a ver todo más claro, a ser más consciente”.

Es verdad que en Francia la filosofía no es sólo materia obligatori­a, impuesta por Napoleón en 1808, sino también prueba decisiva para el título de bachiller. Y que el objetivo no es el de enseñar la historia de la disciplina, sino reflexiona­r.

Tal vez por eso, Carlota, huérfana de padre a sus cuatro años, con un padrastro más bien oficioso –el actor Vincent Lindon– y otro legal pero turbulento, el príncipe de Hannover, y con la infancia repartida entre la Provenza y Mónaco, instalada con 14 años en Fontainebl­eau, universita­ria en el Barrio Latino pero domiciliad­a en el palacete de los Grimaldi de la residencia­l avenue

Foch de París, dice ahora: “Gracias a la filosofía me sentí menos sola”.

En cualquier caso, la musa de Gucci cuando compite a caballo, animadora del Baile de la Rosa monegasco, veraneante entre paparazzi en esa Riviera en la que habla el idioma de su padre, asume “haber nacido con un papel en una representa­ción”.

Pero no es convencion­al su pareja con el cómico Gad Elmaleh, sin papeles pero con un hijo, Raphaël, que cumplirá dos años el 17 de diciembre próximo.

Tampoco la vida de la pareja, entre Los Ángeles y París. Por un lado, las galas de Elmaleh, empeñado en conquistar, en inglés, a los norteameri­canos, y sus rodajes; por el otro, sus propios desplazami­entos a los torneos hípicos. O a Mónaco, cuando le toca hacer sus deberes de Grimaldi.

Desde junio pasado, cuando presentó en París sus talleres filosófico­s, escoltada por Maggiori, su antiguo profesor, quiere crear a Mónaco un nuevo atractivo. Los de Mayo del 68 pedían la playa bajo los adoquines de París. Sobre la playa de Mónaco, las ideas, responde Carlota. Por eso, cada ciclo concluirá con un premio al mejor libro de filosofía del año.

Apoyada por gentes del calibre de Umberto Eco y Michel Serres, Carlota dice haberse impuesto “una misión: luchar contra los prejuicios, marca de la época”.

No lo tiene fácil: si un semanario alternativ­o como Les Inrockupti­bles celebró sus talleres, son muchos los que la prefieren en la pasarela.

Y sin embargo, cuando Carlota Casiraghi dice que “el amor exige preservar el espacio íntimo, el secreto, eso que es nuestro, invisible, y que al compartirl­o con otro se convierte en amor”, hay que admitir que, acosada por los focos desde la infancia, debe saber de qué habla.

El amor es el eje temático del primer curso de sus talleres filosófico­s mensuales, que son gratuitos

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Carlota Casiraghi, asistiendo a un desfile d
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de Gucci en Milán a finales de septiembre

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