La transición de las letras
La caída del bloque comunista provocó una transición de letras en Europa del Este. El escritor y dramaturgo Václav Havel lideró el cambio en la República Checa en 1989. Un año después le tocó a Árpád Göncz en Hungría, un traductor y novelista disidente que alcanzó cotas de popularidad que ningún otro presidente del país magiar ha igualado. Fallecido el pasado 6 de octubre a los 93 años en Budapest, estuvo una década al mando de la Hungría poscomunista sin renunciar a su vocación literaria.
“Sin duda, un mal traductor puede causar menos problemas que un mal presidente”, bromeaba en una entrevista con el StarLedger de Nueva Jersey tras su retirada política en el 2000. Entonces tenía un índice de aprobación favorable del 86%. Nacido en 1922 en la capital del país, Göncz estudió Derecho y se graduó en 1944 por la Universidad Pázmány Péter. Poco después llegó la invasión soviética, que mantuvo al país bajo el yugo comunista durante cuatro décadas.
En 1956, el proceso de relajación política del Gobierno de Imre Nagy propulsó la revolución húngara, que acabó con la ejecución del líder, en 1958. En el mismo juicio también se decretó cadena perpetua para Göncz por ayudar a distribuir a través de canales diplomáticos un ensayo de Nagy sobre la solución a la “cuestión húngara”. Preso en 1957, estuvo seis años en la cárcel hasta que una amnistía general le permitió volver a la vida pública. Hasta 1988 se dedicó a la agronomía y la soldadura, actividades que compaginó con la traducción clandestina de grandes autores anglosajones: Doctorow, Faulkner, Hemingway, Tolkien…
En el ocaso de la era comunista, el autor ayudó a fundar la Alianza de los Demócratas Libres y, con la formación del primer gobierno poscomunista, fue elegido por el Parlamento para ejercer de presidente del país, una figura con pocas funciones que sin embargo él exprimió al máximo. En su primer mandato frenó la violencia en las calles por una huelga de taxistas y moderó la posición del ejecutivo. Entre otros logros, también se opuso a una reforma de los medios de comunicación que le aupó en los sectores izquierdistas y le enfrentó al primer ministro, el conservador Jozsef Antall.
“Siempre te recibía con una sonrisa amable y un apretón de manos propio de un hombre que en política era capaz de dejar atrás rencores del pasado, dispuesto a perdonar a sus captores y a sus oponentes más injustos”, escribió George Gomori, reconocido poeta húngaro, en The Guardian. Tras abandonar la presidencia, Göncz se dedicó a labores sociales y dejó a un lado la política. Una enfermedad le alejó de la primera línea pública en sus últimos años de vida.
El consulado general de Hungría en Barcelona abrirá un libro de condolencias el próximo lunes, 26 de octubre, entre las 14 y las 16 horas, y el día 27 entre las 10 y las 13 horas, en su sede (avenida Diagonal, 477, planta 19).
Traductor y novelista disidente, le tocó liderar el cambio en Hungría tras la caída del bloque comunista