Martí Domínguez narra en ‘La sega’ el lado salvaje del ser humano
El escritor valenciano escribe sobre la guerra del maquis en el Maestrazgo
Martí Domínguez no ha escrito esta vez sobre la tozudez de Cézanne en mantener sus ideales, o la persecución por sus ideas de Voltaire o la creencia del conde de Buffon en la victoria del conocimiento. En La sega (Proa), el enciclopedista, el escritor biólogo, se mete de lleno en el fragor narrativo de las peores pasiones humanas en una historia de violencia extrema, muertes, violaciones y traiciones en el Maestrazgo, entre Teruel y Castellón, en el macizo de las montañas de Penyagolosa, durante las campañas de la Guardia Civil contra los maquis de 1947 a 1950.
“Todo empezó –dice el autor– cuando me compré un mas en el maestrazgo. Allí encontré un máuser y la imaginación se activó. Me puse a hablar con masoveros, pastores, con la gente de allí, quienes poco a poco me empezaron a desvelar historias silenciadas. Quise al principio escribir una crónica de tono documentalista, recogí testimonios, consulté archivos, pero pronto pasé a la ficción. Las historias son reales, pero la mayoría de los personajes son mezcla de varios. Me sorprendió el silencio, el silencio que se mantenía sobre hechos sucedidos hace setenta años. A las familias les cuesta mucho hablar aunque sea de cuestiones tan importantes para ellos como la muerte del padre”.
“Al acabar la Segunda Guerra Mundial , militares republicanos que se habían exiliado a Francia y combatido con la resistencia contra Hitler entraron en España e intentaron crear una zona libre para que los aliados tuvieran una excusa para intervenir contra Franco. Muchos de ellos eran letrados, idealistas que luchaban por la libertad, y se unieron a maquis de otro tipo, expresidiarios liberados que se echaron al monte porque si no, podían morir fusilados. También quería reproducir la vida en las masías durante aquellos años. Los masoveros se vieron de repente en medio del fuego cruzado entre los maquis y los guardias civiles. Y en el centro de este clima de terror, narro una historia de amor, entre la hija de un masovero y un maquis”.
El narrador es un niño, porque quienes contaron las historias a Martí Domínguez eran niños cuando se produjeron los hechos narrados y tenían esa mirada infantil.
El escritor dice que su narrativa no ha cambiado. “Siempre me ha interesado analizar la naturaleza humana y aquí me interesaba la violencia. El ser humano es un ser violento, y hemos de ir con cuidado, basta una chispa para que se desate la violencia más extrema, incluso en personas normales. En la novela los guardias civiles matan a masoveros sólo porque habían vendido una hogaza o un cordero a un maquis. Hay maquis que matan a otros maquis, maquis que matan a masoveros y a la inversa. Cuando detenían a alguien, era difícil que llegara al juez. Le daban una paliza en el cuartelillo y después le aplicaban la ley de fugas, un tiro por la espalda. Los maquis fueron abandonados y traicionados por los aliados. Los que no murieron regresaron a Francia, sin entender que dejaran tranquilo a Franco, aliado de Hitler culpable de millones de muertes”.
El sanguinario e intrigante capitán Mata es uno de los personajes que existieron en realidad. Hizo la campaña de África y le cogió la República en la Guardia Civil como teniente. Para ascender se enroló en la campaña contra el maquis y acabó sus días en la aduana navarra.
El libro contiene también una recuperación léxica de la lengua de la zona y un personaje que contiene la esperanza de Martí Domínguez en la capacidad liberadora del saber. El niño protegido por el maestro, al que se imagina, más allá del libro, que acaba la escuela y los estudios universitarios. Ante la animalidad del hombre,“el conocimiento –dice– es lo que nos hace plenamente humanos”.
“Somos seres violentos y tenemos que ir con cuidado, basta una chispa para la violencia más extrema”