TIENE EL DON CELESTIAL
Rowan Ricardo Philips no es un poeta cualquiera. Es un hombre pegado a una pelota de cuero –o de lo que sea que las hacen ahora–. Y tiene el don celestial: es un gran poeta, una de las estrellas del panorama poético neoyorquino post 11 de Septiembre. Sus The Ground (2012), Heaven (2015) son una maravilla: “Los rascacielos aguantaban el sol como dos forzudos de feria, / y lo dejaban caer entonces como si nada”. Con el poeta Melcion Mateu y el compositor Alexis Cuadrado han creado Poetica, una mezcla entre poesía –en catalán e inglés (Philips y Mateu se traducen recíprocamente)–, declamación y jazz que suena brutalmente mejor que la frase que acabo de escribir para explicarlo. Están a punto de sacar el disco.
Pero el Rowan juega a fútbol y ha pasado años yendo arriba y abajo de la ciudad –metro, bus, taxi– para encontrar los mejores partidos. Lo describió en un artículo sobre Ibrahimovic, en el que lamenta que desde que se ha mudado a un barrio burgués y ha formado familia, ya no puede vagar por la ciudad en busca de los partidos desordenados que brotan. Delante de casa, tiene un campo donde los padres contratan a entrenadores para profesionalizar a los hijos y los partidos son ordenados. Echa de menos el caos dentro de la orden, como echó de menos a Ibrahimovic en el último Mundial. El fútbol, lentamente, va pasando del gozo de la calle a la ambición del deporte.