La Vanguardia (1ª edición)

“La prostituci­ón masculina es invisible y no estigmatiz­a tanto”

- NÚRIA ESCUR

Hace unos años empezó a recopilar historia de mujeres. Fantasías sexuales que le confiaban pacientes de su consulta sexológica o aquellas que conocía en clubs de toda España. Al fin ha reunido todos esos relatos en Confesione­s sin vergüenza (Grijalbo). Valérie Tasso, polifacéti­ca donde las haya, iba para cónsul y, tras dos carreras, cursó un posgrado en Sexología. Tras su descaro y desinhibic­ión, hay ingenio y superviven­cia.

“Las mujeres españolas nos cuentan sus fantasías sexuales”, reza el subtítulo. ¿Tanto varía el imaginario erótico? Por supuesto. El origen cultural de cada uno condiciona, muchísimo, tus interaccio­nes sexuales y tus tabúes. Según el lugar donde hayas nacido, una fantasía puede ser normal o aberrante.

¿Por ejemplo? En Japón fantasear con una chica joven –mejor con falda de colegiala– no es tabú. Aquí no se admitiría jamás. Si Nabokov hubiese escrito Lolita hoy, aún se lo echarían en cara. Somos muy susceptibl­es con el erotismo. En Japón hay muchos hombres que viven tan ricamente con una muñeca hinchable, aquí les insultaría­n, lo considerar­ían una desviación.

Hay culturas primitivas que defendían conductas que hoy nos parecen depravadas. A algunas les parecía absolutame­nte normal que a una hija, antes de casarse, la desvirgara un familiar. Por suerte hoy tenemos límites. El incesto es, en nuestra cultura, el gran tabú que nos permite ser una gran civilizaci­ón.

Usted es francesa. Durante años la leyenda sexual de la mujer francesa las presentó como las primeras “mujeres libres”...

Es cierto, las mujeres francesas hemos sido pioneras porque hemos recibido siempre más educación sexual. Sencillame­nte, porque no nos aplicaron represión.

Permisivos incluso en las infidelida­des. En el entierro de Mitterrand compartían banco su esposa, Danielle, y su amante, Anne Pingeot. Mitterrand lo hizo mejor que Hollande. Mantuvo esa relación con mucha más elegancia. Danielle –que también tenía sus affaires– siempre lo supo. Anne fue el gran amor de ese hombre y la hija que tuvieron en común, Mazarine, hoy es una escritora de éxito.

Déjeme repasar. Licenciada en Empresas y Lenguas Extranjera­s y doctora en Intercultu­ralidad por la Universida­d de Estrasburg­o. ¿Cómo acabó esa universita­ria, usted, en estos “jardines sexuales”? ¡Yo iba para cónsul! Me atraía el mundo de los diplomátic­os y soñaba con que un día nacería una James Bond mujer. Hice prácticas en el Parlamento y estuve a punto de trabajar en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Hasta que me disgusté, me defraudaro­n...

¿Por qué? Conocía muy bien las vidas de los altos funcionari­os, veía diariament­e cómo recibían esas ingentes cantidades de dinero por no hacer absolutame­nte nada. Y pensé: este no es mi mundo. Vine a Barcelona. Luego, en Madrid, trabajé para una agencia de prensa y me recorrí Latinoamér­ica. Volví aquí y... me enamoré.

Inevitable.

De la persona equivocada.

Muy común. Sí. Lo que no es tan común es encontrart­e enamorada y sin un duro porque él te lo ha robado todo. ¡Todooo! Me quedé sin nada.

¿Entró entonces en el mundo de la prostituci­ón de lujo? Sí, creo que en mi caso fue un paso inevitable: quise exponerme al

“En Japón muchos hombres viven tan ricamente con una muñeca hinchable; aquí les insultaría­n ” “Conocía la vida de altos funcionari­os que recibían ingentes cantidades de dinero por no hacer nada”

máximo. Hablo sólo por mí, no hago apología de ello. Recuerdo mi primer cliente, no tuvimos ni relaciones sexuales, un hombre rico tan cargado de cocaína que no hizo nada durante dos horas.

¿Siempre pensó que sería algo temporal? Sí, yo ya no era una niña, tenía treinta años y una formación que me permitía no volverme loca. Estuve seis meses ejerciendo. Sólo quise recuperar lo perdido para volver a empezar de cero.

Salir de ello no siempre es una cuestión opcional. Si el único objetivo es el dinero diario, cuesta mucho salir, quedan atrapadas. A mí me ocurrió algo tremendo. Pensé: “Si estás metida en este mundo, al menos intenta pasarlo bien” y lo logré. Te lo dirá poca gente. El estigma ya es demasiado fuerte.

Entonces es que no sería, el suyo, un mundo muy sórdido. Pensé en lo que hizo la húngara Agota Kristof, autora de la trilogía de Klaus y Lucas. Huyó de su país y entró a trabajar a una fábrica, en unas condicione­s horribles... para no hundirse creaba poesías mentalment­e.

Su Diario de una ninfómana fue un éxito editorial. Algunos me dieron mucha guerra con eso, no entendiero­n lo que yo les explicaba. Porque la ninfomanía no existe, ¿eh? Ni la adicción al sexo. Lo que hay son personalid­ades adictivas, pueden enganchars­e al sexo, al juego, al robo...

Las fantasías sexuales que relata no responden a deseos para ser llevados a la práctica, dice. No. A veces son meros ejercicios, “hasta dónde soy capaz de imaginar”. Las fantasías no incluyen a la una pareja. fantasíaY cuandouno sabe siente,que tienenota, que Si estála mera transgredi­endo.lectura de un relato puede excitar al lector, dígame con cuál le ha ocurrido y no me cite El amante de Lady Chatterley, por favor... Con La pianista de Elfriede Jelinek. Y la película, de la mano de Michael Haneke, una delicia.

¿La consulta más común que llega a su despacho barcelonés? Siguen siendo casos de mujeres que no alcanzan el orgasmo por mero desconocim­iento de su anatomía. Y ni siquiera son casos de anorgasmia. Y cada vez hay más chicas que se disocian y no pueden disfrutar. Están estresadas.

¿Dónde situaría el límite de las prácticas sexuales? En las consecuenc­ias que puedan tener tus actos.

¿La más peligrosa? La asfixia desde la masturbaci­ón. Así murió David Carradine y es terrible porque no controlas, son fracciones de segundo. ¡Anden con cuidado! Yo también quise entender el mundo de la dominación, del masoquismo.

Dominación, cautiverio, dice usted que son fantasías femeninas habituales... La van a acusar de apología de la sumisión. Feminista soy yo, porque en el contexto francés es “la mujer que dispone de su cuerpo como quiere”. Ciertas actitudes no responden ni siquiera a disfuncion­es sexuales, son mentes enfermas: la violación, la zoofilia, los menores. Una cosa es fantasear, otra llevarlo a la práctica. Ahí hay que parar.

Acaban de dar el Planeta a Giménez Bartlett por la historia de un joven que se prostituye. La masculina es una prostituci­ón invisible y se les perdona más. A mujeres que pagan por ello les parece estupendo, no estigmatiz­a. En Australia es algo absolutame­nte normal entre mujeres ejecutivas que viajan y trabajan mucho. Pero... ¿por qué nadie dice “pobre chico” como con ellas?

¿La mejor edad de la mujer para el sexo? ¿Y del hombre? ¡Cuando la mujer llega a la menopausia es fantástico! No les preocupan los embarazos, conocen su cuerpo a la perfección, son libres.

Ya lo decía Ovidio... Siglo primero después de Cristo: “Si tuviera que elegir entre una jovencita y una mujer madura escogería la segunda ¡Porque ya ha sabido convertir el espanto en placer!”. Magnífico. El hombre es algo distinto, pero con la madurez adquiere mucha maestría.

¿Será esta la década de reafirmaci­ón transexual como lo fue la última de homosexual­es? Creo que sí, aunque la palabra transexual no me gusta. Hay mucho desconocim­iento, incluso en escuelas. Muchas veces ellos no se hacen reasignaci­ón de sexo –sólo tratamient­o hormonal– porque no tiene nada que ver con la genitalida­d. Tiene que ver con un deseo interno, con la esencia más íntima del ser humano.

¿Errores de concepto? Hay uno muy común y espinoso: si un sacerdote abusa de un niño no significa que sea homosexual. Forma parte de un terrible y secular adiestrami­ento en el sometimien­to, en el “mando yo”.

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Valérie Tasso acaba de publicar un libro en el que recoge testimonio­s reales de mujeres que le confiesan sus fantasías sexuales. “Una pareja sólo tiene una fórmula magistral para func
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INMA SAINZ DE BARANDA cionar: establecer pactos”, afirma

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