La magdalena
Superadas las barreras entre la cocina y la sala, la informalidad y el lujo, lo dulce y lo salado, lo sólido y lo líquido, quedaban las del tiempo y el espacio. Hasta que una marca de whisky introdujo en una nave unas botellitas con destilado y unos trozos de madera de las barricas. Y resulta que después de tres años en órbita, han vuelto a la Tierra mejor de lo que se marcharon; con un aroma ahumado de lo más interesante.
También los maestros de la cocina siguen empeñados en romper fronteras y acabar con el engorro que, creen, puede suponer para el comensal recorrer los miles de kilómetros que separan unos restaurantes de otros. Los grandes David Muñoz y Grant Achatz han olvidado el pique que los llevó a acusarse de plagio (ya saben que los platos no tienen copyright y la memoria es engañosa) y han anunciado esta semana que ofrecerán en el madrileño DiverXo un menú con creaciones de uno y otro del 12 de enero al 6 de febrero del 2016. Eso permitirá disfrutar de las exquisiteces del chef de Chicago y del madrileño sin moverse de la silla, en sólo tres horas y media y sin jet lag.
También se ha acortado esta semana la distancia entre tierras gaditanas y de La Rioja. El andaluz Ángel León ha invitado a cocinar con él a Francis Paniego (Portal de Echaurren) en el barcelonés BristrEau que regenta en el Mandarin Oriental. Las cenas a cuatro manos son la última moda. La manera de matar dos pájaros de un tiro. Con el riesgo, eso sí, de confundir los recuerdos de quién preparó cada cosa o qué sabores dejaron huella. Como le ocurrió a Proust, que nos ha dado un disgusto desde la ultratumba, al desvelarse (en
Les manuscrits de la madeleine) que antes de describir la magia de mojar el bizcocho, pensó en escribir sobre una tostada. Qué pena, imaginar el pan hundido en té, en vez de crujiente, con un chorrito de aceite.