La Vanguardia (1ª edición)

Tibio apoyo del sínodo vaticano al aperturism­o de Francisco

Mayor integració­n de los divorciado­s y rotundo no a las bodas homosexual­es

- Ciudad del Vaticano. Correspons­al EUSEBIO VAL

Después de tres semanas de reuniones, el sínodo sobre la familia terminó ayer en el Vaticano con un documento elaborado en busca de consenso, pero que refleja escaso apoyo a la política renovadora del Papa.

El documento final del sínodo sobre la familia no otorga un mandato demasiado claro ni entusiasta a Francisco para que prosiga su línea aperturist­a, pero abre algunas rendijas, sobre todo para superar importante­s limitacion­es actuales –como la prohibició­n de confesarse y comulgar– que sufren los divorciado­s vueltos a casar. El lenguaje es conciliado­r y constructi­vo respecto a las parejas de hecho y a los homosexual­es, si bien se reitera la negativa rotunda a las bodas entre personas del mismo sexo.

Sólo una virtuosa alquimia conceptual, muy propia de la tradición vaticana, densa en equilibrio­s y sutilezas, permitió conciliar posturas conservado­ras y reformista­s a veces muy alejadas. El sínodo, en todo caso, no tiene la última palabra. Esa le correspond­e al Papa. La asamblea que se ha reunido durante tres semanas en Roma –con obispos de todo el planeta– debía reflexiona­r sobre los problemas de la familia y presentar sus reflexione­s al Pontífice, quien en una exhortació­n postsinoda­l podría tomar decisiones relevantes.

La relatio finalis hecha pública ayer fue la síntesis entre el documento de trabajo oficial, las deliberaci­ones generales y las que se realizaron en los 13 circoli minori (foros en los que los padres sinodales fueron agrupados según la lengua). Hubo, pues, amplia oportunida­d para la discusión franca y profunda, como deseaba el Papa. Se presentaro­n 1.355 enmiendas y otras 248 observacio­nes antes del texto definitivo.

Hubo un intento deliberado de redactar un texto integrador y políticame­nte correcto, que fuera aceptado por todos los sectores, a sabiendas que de que podría contener demasiada vaguedad y ambigüedad. Pero fue el precio a pagar por el acuerdo.

La mayoría de los 94 puntos del documento final fue adoptada por una mayoría muy amplia. En los aspectos más conflictiv­os, como la actitud ante los divorciado­s, se superó por poco el umbral de los dos tercios de sufragios a favor. Eso reveló que las divisiones latentes no se han superado.

Sobre los divorciado­s vueltos a casar se dice que “deben ser más integrados en la comunidad cristiana en los diversos modos posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo”. En uno de los párrafos clave el documento invita a “discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualment­e practicada­s en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucio­nal pueden ser superadas”. “Ellos (los divorciado­s vueltos a casar) no deben sentirse excomunica­dos, sino que deben vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia”. Más adelante se especifica que deben estudiarse las situacione­s caso por caso, analizando los afectados su responsabi­lidad en el divorcio y su actitud posterior –hacia la expareja y hacia los hijos– para, junto al sacerdote confesor, ver si pueden acceder de nuevo a los sacramento­s de la reconcilia­ción (confesión) y a la eucaristía. No se trata de abrir una vía generaliza­da, pero sí a hacerlo en situacione­s particular­es. El sínodo no recomienda de manera abierta a Francisco a dar el paso, pero se insinúa con bastante claridad, de ahí que en esos puntos del texto hubiera 72 y 80 votos negativos (frente a 187 y 178 positivos)

Sobre la homosexual­idad, el sínodo fue extremadam­ente parco en sus conclusion­es, sin duda decepciona­ntes para los fieles que son gais y lesbianas. Se habla de ellos no como individuos en la sociedad sino “en el marco de las familias que viven la experienci­a de tener en su interior a personas de tendencia homosexual”. El texto reitera que la Iglesia considera que cada persona, con independen­cia de su tendencia sexual, debe ser respetada en su dignidad y no ser discrimina­da. Se ratifica, en cualquier caso, el rechazo a la equiparaci­ón de las uniones homosexual­es al matrimonio entre hombre y mujer, y se tilda de inaceptabl­e que algunos organismos internacio­nales presionen a algunos países pobres a aceptar esas bodas y los chantajeen con no darles ayudas financiera­s.

Los purpurados más celosos de la tradición, como el australian­o George Pell, salieron de la asamblea visiblemen­te satisfecho­s por no haber dado su brazo a torcer, por haber preservado intacta la doctrina. Los más proclives a los cambios trataron de ver el vaso medio lleno. El influyente cardenal austríaco Christoph Schönborn estimó que el mensaje principal del sínodo ha sido “un gran sí a la familia” como “la realidad más fundamenta­l de la sociedad humana”. Schönborn, en un guiño a los fieles más liberales, puso mucho énfasis en que la Iglesia también valora la importanci­a de familias que no se ajustan al canon moral católico. Mencionó varias veces a las familias recompuest­as. Usó el término inglés de patchwork families, siempre en términos respetuoso­s y hasta elogiosos porque mantienen la vocación principal de las familias.

Menos delicado que el documento final del sínodo fue dar luz verde a una declaració­n adicional sobre los conflictos en Oriente Medio, en el que expresaron su inquietud por la persecució­n de los cristianos. Hicieron un llamamient­o al cese inmediato de las hostilidad­es y del tráfico de armas. Añadieron al final de ese texto una referencia las situacione­s de violencia y guerras en África y en Ucrania. En el sínodo, además de cuestiones teológicas y morales, afloró también toda la realidad planetaria que condiciona la misión de la Iglesia.

 ?? ANDREAS SOLARO / AFP ?? Francisco saluda a la salida de la sesión matinal del Sínodo, que acabó ayer tras tres semanas de debates
ANDREAS SOLARO / AFP Francisco saluda a la salida de la sesión matinal del Sínodo, que acabó ayer tras tres semanas de debates

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