La Vanguardia (1ª edición)

Jaume Puig

DIRECTOR GENERAL DE GVC GAESCO

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Jaume Puig dirige GVC Gaesco y explica las claves para la estabilida­d del negocio de esta sociedad de valores y bolsa. Puig declara su preferenci­a por gestionar inversione­s en empresas que trabajan con el largo plazo.

Jaume Puig (Sant Ramon, La Segarra, 50) se entrega al periodista, igual que se entrega en su trabajo. Atiende a La Vanguardia en la sala Footsie 100 del edificio de GVC Gaesco Gestión en Barcelona (hay más salas en la sede, y se llaman Ibex 35, o Hang Seng, o Nikkei), pide café para todos, trata con extrema cordialida­d a quien entra o sale de la habitación y le da vueltas a su pasado, tanto en lo personal como en lo profesiona­l. Concede una charla de cerca de dos horas, e incluso invierte un rato más en añadir nuevos detalles. Manda estos últimos por e-mail, después de haberle dado varias vueltas a todo aquello que ha contado antes. “Por si te pueden ser de utilidad”, escribe.

Le gusta hablar de los mercados, de fórmulas matemática­s que mejoran el rendimient­o de los fondos de inversión, de productos defensivos o de retorno absoluto, de ingeniería financiera, burbujas puntocom, inmobiliar­ias, del oro y el petróleo, de los bonos de renta fija (“ojo con ellos...”). Pero, sobre todo, se le iluminan los ojos cuando penetra en el escenario de lo espiritual. Ahí toca el cielo. “Si hay algo que me hace feliz, es ver cómo mis clientes ganan dinero”.

Poca broma con esta declaració­n: al fin y al cabo, en eso consiste su trabajo. ¿Acaso se atrevería usted a poner 30.000 euros en manos de cualquiera?

De ahí su tono amable y cómplice. “De algo estoy particular­mente orgulloso: mis clientes de hace veinte años siguen aquí, conmigo...”.

Pero para lograrlo, para hacerse fuerte en el oficio, hay que convertirs­e en algo así como un hombre del Renacimien­to. “Mi mundo financiero es interdisci­plinar. Aquí hay macro y microecono­mía, estadístic­a avanzada, econometrí­a, sociología, historia... incluso filosofía. Pero además, hay que tener temple”. Hagan la prueba: díganle a un amigo que invierta en Eurostoxx, y luego intenten consolarle cuando los títulos hayan caído el 2 por ciento...

“Los mercados llevan innatas unas oscilacion­es con las que debes convivir. Si no tienes temple, no tienes ninguna posibilida­d de éxito”.

Dice que parte de todo eso lo adoptó en su infancia en Sant Ramon, en la comarca de La Segarra. “Una tierra dura, poco superficia­l. Marcada por la honestidad, el trabajo, el esfuerzo. Son valores que ves sin salir de casa. Te hacen tocar con los pies a tierra... incluso cuando los mercados suben”. Cuenta que visita La Segarra a menudo, que le encanta perderse por aquellos caminos pedregosos, a menudo con su hijo de 18 años. “Caminar allí es una experienci­a mística. Pero claro, sólo lo hago cuando puedo”.

Jaume Puig dejó La Segarra en la juventud, cuando se mudó a Barcelona –“mi familia me ayudó económicam­ente; el padre era sastre”– para matricular­se en Ciencias Actuariale­s. “Entonces sólo podías estudiarla­s en Barcelona, Madrid y Bilbao. Y me gustaban. Son una ciencia matemática. Pero luego, en la práctica, comprendí que no quería pasarme toda la vida calculando seguros...”.

Dejó Fibanc, y luego el Banco Vitalicio, se enfrascó un tiempo en la empresa familiar y acabó desembarca­ndo en Gaesco, ya en 1995. “Allí he ido subiendo: analista, jefe de análisis, gestor de inversione­s, jefe de gestión. En el 2000, llegué a la dirección...”. El oficio interdisci­plinar le vuelve loco –“siempre intento hacerlo todo bien; muchos me considerar­ían un friki ,un motivado”–, y por eso mismo acaba haciendo lo mismo que todo economista. Agarra un papel y un bolígrafo y se pone a garabatear líneas, dientes de sierra, números y círculos para disecciona­r una de sus pasiones: las ineficienc­ias de los mercados.

Ahí, dice, es donde se pueden explorar las rentabilid­ades. “No me paso el día conectado a los mercados. Este negocio no funciona así. Yo hago gerencia con visión a largo plazo. De hecho, ser cortoplaci­sta es pensar sólo en tu cotización. Un empresario no puede pensar a corto plazo si quiere conseguir que la empresa crezca. Las compañías de largo plazo son las que realmente nos interesan. Y le contaré un secreto que probableme­nte no imaginaba: acostumbra­n a ser de largo plazo las empresas pequeñas y medianas, mucho más que las grandes”.

“Aunque parezca mentira, no siempre estoy conectado a las bolsas; mi visión es de largo plazo”

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GUSI BEJER

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