La Vanguardia (1ª edición)

Un álbum de fotos en blanco y negro

- Glòria Serra

Mañana por la noche el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, será entrevista­do en TVE por una de las periodista­s de la casa, Ana Blanco. Habrá también preguntas por parte de ciudadanos de la calle. Pero no se alarmen: Rajoy no corre peligro. Hace ya muchos días que esas preguntas fueron grabadas. No habrá derecho a réplica y sospecho que su equipo podría conocerlas con antelación.

Después del exitoso y novedoso cara a cara Rivera-Iglesias en un bar hecho por el Salvados de Jordi Évole, la entrevista con preguntas controlada­s parece en blanco y negro. Es cierto que no es como el famoso plasma utilizado por el presidente Rajoy para comparecer a distancia ante los periodista­s, que más bien era de color sepia. Pero huele a antiguo. Muy antiguo.

Desde la derrota electoral del PP después de los espantosos atentados del 11-M la comunicaci­ón diríamos que moderna se convirtió en una obsesión para el Partido Popular. Aún hoy están convencido­s de que perdieron esas elecciones no por la pésima gestión de la tragedia y el intento de engañar a los ciudadanos sobre su autoría, sino porque el PSOE supo manipular hábilmente las redes sociales y la mensajería instantáne­a contra el Partido Popular.

Cualquier estratega en márketing social les podría contar cuán difícil es manipular de forma masiva las redes sociales y cuán fácil es en cambio que se te vuelva la tortilla. Y sobre todo, cuán fácil es también que se te vea el cartón.

Curiosamen­te, mientras el partido fomentaba de forma masiva la creación de cuentas en las redes sociales por parte de dirigentes y simpatizan­tes a los que pedía una participac­ión activa para difundir su ideario y criticar a los contrarios, la comunicaci­ón más tradiciona­l ha quedado abandonada. Fosilizada, sería más preciso.

Por un lado, se continúa confiando la difusión del ideario popular a unos contertuli­os graníticos, agresivos en las formas y el fondo y a menudo más lanzados que los mismos dirigentes del partido. Un perfil de comunicado­r especialme­nte antipático para las nuevas generacion­es que piden análisis más irónicos y argumentad­os que agrios e insultante­s.

Por otro lado, alergia general a someterse a entrevista­s o escrutinio­s por parte de medios que no son considerad­os de confianza o afines. Las peticiones del resto o bien son rechazadas o directamen­te ignoradas. Y eso que la historia de Pablo Iglesias demuestra que uno luce más en campo contrario que en el propio, ya que fue en Interecono­mía donde se dio a conocer.

Por lo que respecta al líder, Rajoy prácticame­nte sólo ha participad­o durante la legislatur­a ante foros empresaria­les, jornadas de partido o escenarios igualmente confortabl­es para leer un montón de páginas con mayor o menor acierto. De nuevo tenemos en las manos una pila de fotografía­s en blanco y negro, imágenes comunicati­vas que podrían haberse tomado años atrás, incluso décadas atrás.

Un menú anticuado, sobre todo si se busca y se necesita el voto de esas generacion­es para las que la televisión en blanco y negro es un invento exótico que conocieron un día mirando una serie en su móvil. Aunque no creo que lleguen nunca a confundir a Mariano Rajoy con el Don Draper de Mad Men. Por la barba, digo.

Mariano Rajoy no corre peligro: hace ya muchos días que esas preguntas fueron grabadas

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