El crimen de los polvos blancos
El juicio del caso Asunta se centra en el Orfidal mientras el peso de las pruebas cae más sobre la madre que el padre
Nueve personas de distintos puntos de la provincia de A Coruña tienen a partir de mañana la responsabilidad de emitir un veredicto sobre el más mediático de los crímenes de los últimos años, el asesinato de Asunta Basterra Porto el 21 de septiembre del 2013, presuntamente a manos de sus padres, el periodista Alfonso Basterra y la abogada Rosario Porto. Es el crimen de los “polvos blancos” que la niña dijo a sus profesoras que le daba su madre cuando fue drogada a clases de música. Parece que aludía a una versión machacada del Orfidal, el fármaco que apareció en la autopsia en una dosis brutal. Estaba en una mancha de la falda que llevaba el día del crimen Porto, que lo tomaba para la depresión. Y son las mismas pastillas que Basterra compró ese verano.
Los padres llevan dos años y un mes en la cárcel de Teixeiro. Ella fue detenida en el tanatorio de Santiago, justo después de la incineración de Asunta. A él lo arrestaron al día siguiente, tras asistir a un registro en el chalet familiar. Era la única diferencia que había entre ellos hasta el jueves, cuando el fiscal, Jorge Fernández de Aránguiz, introdujo un matiz en su escrito de calificación, en el que formula su petición de condena. Ahí consignó la posibilidad de que la autora material del asesinato, de la asfixia de la niña, fuese sólo la madre, aunque mantuvo que el padre sería igual de responsable, pues sostiene que el crimen fue “cosa de los dos”.
El matiz del fiscal sembró el desconcierto en la acusación popular que ejerce la Asociación Clara Campoamor, después de todo un juicio en el que ambas partes habían ido de la mano, enfrentándose día a día con los abogados de las defensas, que han mantenido el mismo frente común que sus clientes. “Porto y Basterra, casados por lo penal”, tituló hace unos días La Voz de Galicia para incidir en que este matrimonio divorciado desde febrero del 2013 se ha mantenido unido a lo largo del juicio.
Es lo que la abogada de la acusación popular Rocío Beceiro denominó el “pacto de silencio” de los acusados, un frente común que tanto ella como el fiscal utilizaron para acusar a Basterra, pues sostienen que sólo si está implicado en el crimen puede seguir protegiendo a la abogada con la que se casó en 1996 y con la que viajó a China en el 2001 para adoptar a Asunta Yong Fang.
En el juicio quedó en el aire el que parecía el principal cargo contra Basterra, el hecho de que él preparó la última comida de Asunta, en la que según el juez instructor le habrían suministrado la dosis brutal de Orfidal. Las dos profesoras de toxicología de la Universidad de Santiago que declararon como peritos señalaron que no se puede saber si se lo dieron con la comida o después. Fue una de esas docentes quien, a petición del fiscal, calculó que lo que tenía Asunta en sangre equivalía al menos a 27 pastillas, sin contar lo que tenía en el estómago. Explicaron además que el pelo revela que le daban ese fármaco desde varios meses atrás, lo que coincide con los episodios de las clases de músicas, a las que le llevó el padre, en alguna ocasión tras dormir en su casa.
Basterra compró en verano hasta 175 pastillas de Orfidal, una cifra que su abogada, Belén Hospido, rebaja a 125, además de aducir que se corresponde con el consumo de Porto, lo que en el juicio no quedó claro.
La compra del Orfidal apunta a Basterra. Hacia la autoría de Porto apunta sobre todo el hecho de que, contra su versión inicial, estaba con Asunta en el chalet familiar de Teo, pues fue grabada de camino por las cámaras y su móvil
El matiz que introdujo el fiscal estableció una diferencia entre los exesposos por primera vez desde su detención A Porto la implican las cámaras, las cuerdas y la mancha de Orfidal; a Basterra, el fármaco y el frente común
la situó allí a la hora del asesinato, en el lugar que según el fiscal fue el escenario del crimen y donde no ha podido ubicar a Basterra. El cadáver apareció a unos tres kilómetros, junto a unas cuerdas iguales a las que había en la casa y que según la Guardia Civil la madre intentó ocultar. Pero no se ha podido demostrar que procedan de la misma bobina.
Mañana el juez debatirá con los defensores y las acusaciones el objeto del veredicto, para que el jurado empiece a deliberar. Para condenar tiene que haber siete votos y cinco, para absolver.