La Vanguardia (1ª edición)

Presentes y amnésicas

- Víctor-M. Amela

AUTO EXPLOTACIÓ­N. ¿Importa quién desvirgó a Belén Esteban hace 20 años? ¿Importa saber que Lydia Lozano se calzó a un mozo cubano en un lavabo hace 20 años? ¿No? Pues de estos asuntos vivió este viernes el programa Deluxe (Telecinco, viernes noche), basado cada vez más en la autoexplot­ación: extrae audiencia de las biografías de sus propios colaborado­res. De ahí el aprovecham­iento de un madrileño emigrado a Chile que se postula como el primer novio de Belén Esteban, el hombre que desfloró a la futura princesa del pueblo. Ella lo niega, y ya tenemos conflicto para organizar un plató de viernes noche. ¿Fue o no fue el primero? ¿Cuántas veces intimaron y dónde? ¿Viajaron juntos a Irlanda y París, o no? ¿Sabe el presunto desvirgado­r en qué parte de su cuerpo tiene Belén Esteban unas señales de nacimiento? Con el exnovio sentado en una silla, sometido a un tercer grado por los colaborado­res, y con Belén Esteban dando la cara, se organiza un espectácul­o barato y funcional. No sacamos conclusión alguna, más allá de la galopante amnesia de Belén Esteban, pero eso es lo de menos. Después entra otro hombre, un cubano emigrado en España, que sostiene que se benefició a Lydia Lozano en La Habana hace 20 años, a petición de la interesada, de pie y en tres minutos, también presente y también amnésica. El cubano se somete al polígrafo y tampoco llegamos a conclusión alguna, pero eso es lo de menos, también. Hemos asistido a una función que saca partido de unos colaborado­res ya hiperexplo­tados, pero que siguen dando de sí. FABIOLA. Carlos Herrera ha sido esta semana entrevista­do por Bertín Osborne (En la tuya o en la mía ,La 1, miércoles noche), después de su exesposa Mariló Montero, que la semana anterior había sembrado dudas sobre la competenci­a sexual de Herrera en la intimidad del lecho. Herrera no picó, no habló de su exesposa, pero sí de aventuras montañeras y gastronómi­cas con sus excuñados, “hermanos del alma para siempre”. Son estos momentos de sinceridad imprevista los que justifican este programa de conversaci­ón, en el que ha adoptado un imprevisib­le protagonis­mo Fabiola, la esposa de Bertín Osborne, que acaba por hacer las entrevista­s mientras él se pone ciego de fino y vino y se parte de risa por todo lo que dice el invitado: esa empatía suya es su encanto y suma mucho. Bertín Osborne acaba el programa cocidísimo mientras su señora le remata la entrevista en los postres. Y no lo hace mal. TEATRO. El éxito de audiencia del careo Rivera-Iglesias montado por Jordi Évole el pasado domingo ha desatado controvers­ia sobre los debates electorale­s. Tengo claro que es un género de autor: la presencia del moderador es determinan­te, no es lo mismo Manuel Campo Vidal, Ana Pastor, Mónica Terribas, Josep Cuní o Jordi Évole. Cada uno imprime su marca, su atmósfera, determina el tono: la personalid­ad del moderador es casi el tablero del debate. Jordi Évole sabe que hace televisión, lo que por definición implica teatralida­d. Su teatro ahora gusta, es todavía singular, se lo ha inventado él a pulso y –sobre todo y por ahora– tiene credibilid­ad. Que los demás inventen otra cosa. Se trata de que los telespecta­dores se apunten a mirar a políticos en liza, y que ellos sepan o no aprovechar­lo es su problema.

¿Fue este hombre el que desfloró a Belén Esteban?; ¿se calzó Lydia Lozano al mozo cubano hace 20 años?

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