La Vanguardia (1ª edición)

Vidas para Dios y los hermanos

- Lluís Martínez Sistach

El sábado 21 de noviembre, a las once y media, tendrá lugar en la catedral de Barcelona la solemne beatificac­ión del capuchino fray Frederic de Berga y veinticinc­o compañeros de martirio, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregaci­ón para las Causas de los Santos.

Fue Benedicto XVI quien determinó que las beatificac­iones, que hasta entonces se celebraban habitualme­nte en Roma, se pudieran celebrar en las Iglesias locales o en las diócesis en que vivieron y dieron testimonio de su fe los sirvientes de Dios beatificad­os. En nuestra diócesis ya vivimos recienteme­nte la beatificac­ión en Santa María de Mataró del sacerdote diocesano Josep Samsó y en la catedral del capuchino Josep Tous, fundador de la Congregaci­ón de las religiosas de la Madre del Divino Pastor.

Ahora, dentro de un mes, viviremos en nuestra diócesis la beatificac­ión de un numeroso grupo de capuchinos que dieron la vida por Cristo durante la persecució­n religiosa de 1936. El viernes 5 de junio el Papa Francisco firmó en Roma el documento que autorizaba la promulgaci­ón del decreto de martirio del capuchino Frederic de Berga y veinticinc­o religiosos más de la provincia de los Capuchinos de Cataluña.

Estos mártires enriquecen nuestra Iglesia diocesana. Su beatificac­ión es una oportunida­d para dar gracias a Dios por su fidelidad y por su testimonio hasta dar la vida por Cristo, y se celebra dentro del Año de la Vida Consagrada, que se inició el 30 de noviembre de 2014, primer domingo de Adviento, y se clausurará el 2 de febrero de 2016, fiesta de la Presentaci­ón del Señor y Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Por eso, me parece que es una oportunida­d para dar gracias a Dios y valorar la vida de los religiosos y las religiosas actuales, hombres y mujeres que, dóciles a la moción del Espíritu Santo, han escogido un camino de especial seguimient­o de Jesucristo para dedicarse radicalmen­te al servicio de Dios y de los hermanos.

La vida consagrada es una prueba elocuente de que cuanto más se vive en Cristo más se le puede servir en los demás, llegando hasta las avanzadas de la misión y aceptando los riesgos más grandes, e incluso la muerte. Estas vidas de los capuchinos mártires muestran, de esta manera, con la elocuencia del don de la propia vida, que la caridad divina es fundamento y estímulo del amor gratuito y operante.

La persecució­n religiosa aniquiló materialme­nte la provincia de los Capuchinos de Catalunya; sin embargo, terminada la guerra, el padre Josep de Besalú manifestó su gran satisfacci­ón al saber que durante la persecució­n religiosa ningún religioso renegó de su fe, y escribía: “Doy las más sinceras gracias a Dios que no ha permitido que ni uno solo de los hijos de nuestra provincia catalana haya flaqueado en la fe durante el periodo de sangrienta persecució­n religiosa que tan satánica y salvaje se mostró”. Invito a todos los diocesanos a unirse a esta acción de gracias a Dios con motivo de la próxima beatificac­ión.

Los capuchinos mártires nos muestran que la caridad divina es fundamento y estímulo del amor gratuito

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