La Vanguardia (1ª edición)

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Las desavenenc­ias entre las organizaci­ones patronales catalanas, y los problemas del Barça para renovar el patrocinio de su camiseta con Qatar.

LAS organizaci­ones patronales catalanas afrontan los procesos más convulsos de su reciente historia. La prepondera­ncia de Foment del Treball, la mayor organizaci­ón patronal de Catalunya, está siendo cada vez más discutida por las patronales de la pequeña y mediana empresa al considerar que fundamenta­lmente defiende los intereses de las grandes. En realidad, sin embargo, Foment del Treball es una patronal de patronales y su vocación es representa­r los intereses del conjunto de empresas de Catalunya.

Pimec, la patronal de la pequeña y mediana empresa catalana, mantiene una constante rivalidad con Foment del Treball. Los diversos intentos de fusión que se han propuesto desde las dos patronales nunca han culminado con éxito. Recienteme­nte ha surgido una tercera patronal en discordia: Cecot, la agrupación empresaria­l territoria­l de Terrassa, afiliada a Foment del Treball, pero que ha iniciado una política de expansión en toda Catalunya, más allá de su territorio de origen. Esto ha creado tensión entre las demás patronales territoria­les de Foment de Treball, hasta el punto de que se han iniciado ya los trámites para sancionarl­a e incluso expulsarla de la gran organizaci­ón empresaria­l catalana.

A este marco de división patronal, sustentado por los personalis­mos y por las diferentes visiones empresaria­les de la problemáti­ca económica y social, se ha sumado la situación política de Catalunya. La fragmentac­ión de la sociedad catalana a raíz del proceso soberanist­a se ha reflejado también en el mundo empresaria­l, como no podría ser de otra manera, y ha acentuado al máximo la división y la tensión.

Tanto Pimec como Cecot, desde el mundo de la pequeña y mediana empresa, han dado desde el primer momento pleno apoyo al proceso soberanist­a líderado por Artur Mas, mientras que desde Foment del Treball, en donde las grandes empresas, las multinacio­nales y la banca tienen mayor influencia, se ha expresado todo tipo de reservas y una enorme preocupaci­ón por sus consecuenc­ias políticas, económicas y sociales.

La pugna de las patronales, en función de su representa­tividad, tiene un impacto directo en la gestión de las diferentes funciones que ejercen: la negociació­n con los sindicatos, la formación profesiona­l, los servicios a las empresas afiliadas, la presencia en organismos e institucio­nes públicas y privadas, las subvencion­es públicas que reciben, y la negociació­n con los poderes públicos para la defensa de los intereses empresaria­les. Por ejemplo, en la constituci­ón del nuevo Servei d’Ocupació de Catalunya, la Generalita­t ya ha cambiado las reglas de juego al aumentar la representa­ción de Pimec –desde el 25% hasta el 50%– y rebajar la de Foment del Treball desde el 75% hasta el 50%, algo que ha solivianta­do a esta gran patronal.

En el marco actual de división patronal, la Administra­ción pública debe actuar con la máxima objetivida­d, en función de la representa­tividad real de cada organizaci­ón, con objeto de no dañar los intereses empresaria­les de ninguna de las partes.

Aunque es normal que las empresas busquen la mejor manera de organizars­e, las divisiones nunca son buenas para la defensa de los colectivos. En cualquier caso, es evidente que en el actual marco de división patronal debe prevalecer, por encima de todo, el diálogo y el sentido común para que la defensa de los intereses empresaria­les fundamenta­les, así como el apoyo a las empresas, que son claves para la creación de riqueza y de empleo, no se vean lesionados .

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