El Papa afirma que el sínodo “ha sido fatigoso pero dará mucho fruto”
Francisco insiste en la misericordia, clara señal de cambio hacia los divorciados
Francisco nunca escoge al azar sus palabras, y menos cuando evalúa el sínodo sobre la familia, un acontecimiento muy importante en sus planes para poner al día la Iglesia católica. “Ha sido fatigoso, pero ha sido un verdadero don de Dios y seguramente dará mucho fruto”, dijo ayer el Papa durante el rezo del ángelus, en la plaza de San Pedro, tras la misa de clausura de la asamblea mundial de obispos.
Este comentario de Jorge Mario Bergoglio, así como su insistencia en la misericordia, fueron una clara señal de que piensa aprovechar las rendijas abiertas por el sínodo. A medida que pasaron las horas, entre los analistas vaticanos se fue asentando la idea de que la apertura hacia los divorciados vueltos a casar, para que –después de un discernimiento caso por caso– puedan confesarse y comulgar, es un cambio de calado. Hubo una resistencia muy significativa de los obispos conservadores, pero finalmente ganaron los partidarios de la reforma, con los dos tercios de votos requeridos. La impresión es que Francisco la aplicará.
En su homilía de ayer, el Pontífice alertó de la tentación de practicar una “espiritualidad del espejismo”. “Podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver lo que realmente hay, sino lo que a nosotros nos gustaría ver –dijo el Papa–. Somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicarse en la vida de la gente permanece árida y, en lugar de oasis, crea otros desiertos”. Francisco también previno frente a la tentación de una “fe de mapa”, de crear una hoja de ruta que no acepte otros ritmos y que, en lugar de incluir, excluya.
Ya en su discurso del sábado, después de aprobarse el documento final, Francisco había reiterado que “el primer deber de la Iglesia no es el de distribuir condenas ni anatemas, sino el de proclamar la misericordia de Dios”. Según el Papa, el sínodo “nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son aquellos que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas sino el hombre; no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón”. Si bien Bergoglio agradeció los ricos debates en la asamblea, también tiró de las orejas a algunos padres sinodales que usaron “métodos no del todo benévolos”, en alusión a ciertas maniobras para desestabilizar el sínodo y condicionar sus resultados.
Los medios italianos más influyentes realizaron una lectura bastante positiva del sínodo, aun reconociendo los límites de la declaración final y las divisiones afloradas. La Repubblica habló de “apertura prudente hacia los divorciados vueltos a casar”. El Corriere della Sera destacó el triunfo del “coraje y la mediación en la Iglesia de Francisco”, quien ha aceptado que los cambios sólo pueden hacerse con prudencia y lentitud.
La Stampa, de Turín, resaltó la profundidad teológica y conceptual de los obispos y cardenales alemanes, y también su capacidad de compromiso entre conservadores y progresistas. Fueron esos prelados de lengua alemana presentes en el sínodo los artífices del texto que se aprobó en el controvertido punto de los divorciados. Su excelente trabajo desatascó la discusión y convenció a un sector de los conservadores a dar su voto positivo.
Para el filósofo y exalcalde de Venecia Massimo Cacciari –entrevistado en La Stampa– una de las razones del éxito de Bergoglio en el sínodo ha sido la fiel aplicación de los principios jesuíticos, de las enseñanzas de San Ignacio de Loyola, como por ejemplo la habilidad para reconocer la realidad, comprenderla y cambiarla, además de la virtud de la paciencia, de deshacer poco a poco todos los nudos.
El desenlace del sínodo y la apertura a los divorciados sorprendieron positivamente al jesuita estadounidense Thomas Reese, prestigioso analista del National Catholic Reporter. Liberal y escéptico, Reese temía que el sínodo concluyera con una especie de voto de censura a Francisco. Pero no fue así. “Al igual que el Concilio Vaticano II, el sínodo logró el consenso a través de la ambigüedad –escribió Reese en su periódico–. Esto significa que dejan libre a Francisco para hacer lo que considere mejor”.
El filósofo Cacciari cree que Bergoglio ha salido adelante gracias a aplicar los principios jesuíticos