La Vanguardia (1ª edición)

Pizpiretas con piernas

- Joana Bonet

Presentába­mos el libro de un amigo; tres mujeres y el editor. A este le correspond­ió abrir el acto e introducir­nos. Y bien que lo hizo: “Ahora les dejo con estas tres bellas damas”, asintió complacido.

Cuando me tocó el turno no pude soportar pasar por alto la galantería del bello caballero y sus cumplidos. El hombre se afanó en enmendarlo: “Bellas e inteligent­es”, añadió, a punto de entrar en territorio­s peligrosos. Los piropos fuera de contexto suelen ser como la visita de un pasado vitriólico. Abruman como una gaita en un balneario. Ahí está la pervivenci­a de un machismo que, pese a su descrédito, sigue instalado en los dobladillo­s de periódicos y transmisio­nes deportivas. A mí me parece muy bien el arrebato, incluso la exaltación del que ruge ante un cuerpo esbelto, ese mismo que pensadores como Gilles Lipovestky aseguran que no tiene tanto que ver con la dictadura de la imagen ni la presión social, sino que es un signo de emancipaci­ón femenina, lejos de los pliegues adiposos de las nodrizas.

Hoy, en España, las mujeres copan la actualidad deportiva. Ganan más medallas que ellos. Pero en las noticias siguen alabando sus piernas. “¡Qué guapa es esta mujer!”, dice a ratos un comentaris­ta ahogado en el síndrome Stendhal, y se queda verdaderam­ente relajado.

¿Se imaginan que adjetivara­n a Nadal de la misma forma que lo hacen con Garbiñe Muguruza, que acaba de ganar el Open de China? De Ronaldo se dice que es antipático; de Mireia Belmonte, que tiene unos preciosos ojos. “No quiero saber si tienen novio o no, si juegan maquillada­s (…) Pero no paro de leer sobre ello. En serio, maduremos. Les aseguro que el Kun Agüero tiene una sonrisa acojonante, de no presentarl­e a tu pareja por si acaso, y nunca lo he visto en una crónica del Atleti, del City o de Argentina. “Lógico”, escribía hace unos días en las páginas de El Mundo Iñako Díaz-Guerra. Me pareció un artículo de oído fino. Porque en las mismas secciones donde se han criticado las praxis de federacion­es y entrenador­es que con un rancio paternalis­mo vejaban a las campeonas, se suma la crónica ilustrada de un periodismo de carajillo y adjetivos trasnochad­os. ¿O es que nadie se ha preguntado por qué en las contraport­adas de los periódicos deportivos siguen cerrando con una chica medio en pelotas cuando incluso Playboy ha decidido que vestirá a sus conejitas ahora que el género ha caducado?

Ante la decadencia de no pocas de nuestras figuras internacio­nales, al deporte español hoy lo defienden globalment­e unas deportista­s llamadas Carolina Marín, Mélani Costa, Anna Cruz –y todas nuestras grandes del baloncesto–, Ruth Beitia o Laia Sanz. En cambio, apenas el 5% de las noticias de informacio­nes deportivas están protagoniz­adas por mujeres, tal y como contabiliz­a una investigac­ión de la Universida­d Carlos III de Madrid. Nos dicen: el deporte femenino aún no vende. Ni con unas piernas espectacul­ares.

Apenas el 5% de las noticias de informacio­nes deportivas están protagoniz­adas por mujeres

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