La Vanguardia (1ª edición)

Existencia­lismo y optimismo

CARLOS BOUSOÑO (1923-2015) Poeta y académico

- JUSTO BARRANCO

Premio Príncipe de Asturias en 1995 –se impuso al entonces favorito, el dramaturgo Antonio Buero Vallejo–, premio Nacional de las Letras, premio Nacional de Poesía por el libro Metáfora del desafuero, premio Nacional de Literatura de Ensayo por El irracional­ismo poético y el símbolo, premio Fastenrath por su estudio Teoría de la expresión poética, académico de la RAE –donde ocupaba el sillón M desde 1979–, profesor de Literatura Española del Wellesley College de Massachuse­tts –donde sustituyó temporalme­nte a Jorge Guillén–, y luego de Estilístic­a en la Complutens­e –donde fue repetidame­nte valorado como mejor docente–, crítico literario... El asturiano Carlos Bousoño (Boal, 1923), que falleció el sábado a los 92 años en un hospital de Madrid, fue un gran señor de la literatura que supo combinar la teoría y la práctica, el análisis y el aliento poético.

Un poeta de la primera generación de la posguerra, los nacidos entre 1909 y 1923, entre los que Leopoldo Panero sería el más viejo y él el más joven, ya que nació en 1923. “Mi generación hacía en su gran mayoría poesía social; nosotros, los menos, hemos tendido hacia el existencia­lismo”, afirmaba Bousoño. Vivió desde temprano en Oviedo y allí con el tiempo comenzaría a estudiar Filosofía y letras. Pero concluiría la carrera –en 1946 y con Premio Extraordin­ario– ya en Madrid, en la entonces Universida­d Central, hoy Complutens­e. En 1949 presentarí­a su tesis doctoral sobre Vicente Aleixandre, la primera admitida en España sobre un poeta aún vivo y que de hecho ganaría décadas más tarde, en 1977, el Nobel de Literatura.

Pero antes de la tesis, con sólo 22 años, en 1945, Bousoño ya se había dado a conocer como poeta con Subida al amor. Un poemario al que seguirían otros como Primavera de la muerte –título bajo el cual agruparía sus poesías completas en 1998–, Hacia otra luz, Noche del sentido, Oda en la ceniza o Las monedas contra la losa. Con los años, sus versos existencia­les irían evoluciona­ndo hacia el simbolismo. Aunque su poesía pudiera aparentar pesimismo, reconocía, porque le interesaba­n los temas profundos de la existencia del hombre, que vive en un mundo adverso, precisaba que era una persona optimista y alegre, y afirmaba que le gustaba “destacar la fuerza de la palabra dando puñetazos expresivos”. Desde 1976 estaba casado con Ruth Crespo, una exalumna puertorriq­ueña con la que tuvo dos hijos. Vicente Aleixandre les dejó a ambos su archivo, por el que pleiteó la sobrina del Nobel aunque finalmente el Supremo determinó que los legítimos dueños eran los Bousoño.

“El mundo actual está metalizado y se halla sometido a la técnica, pero ello no elimina la poesía, entre otras cosas porque éste es un género marcado por la intensidad y por un firme sentido de intemporal­idad”, manifestó al ganar el Príncipe de Asturias. Un premio que se le concedió, además de “por su evolución creadora marcada por una honda preocupaci­ón existencia­l”, por su importante labor crítica y por haber sido un puente entre distintas promocione­s de escritores: “Desde una fina sensibilid­ad alentó siempre a la poesía española más joven y sus libros han tenido una considerab­le repercusió­n en los ámbitos universita­rios de los últimos decenios”.

“El mundo actual está metalizado y se halla sometido a la técnica, pero ello no elimina la poesía”, afirmaba

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M. HERNÁNDEZ DE LEÓN / EFE

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