La Vanguardia (1ª edición)

Artur Ramon presenta una muestra inspirada en las cámaras de las maravillas

En la selección conviven las obras de arte y los objetos extraordin­arios

- JUAN BUFILL Barcelona

Una sensación de inquietant­e desorden y maravilla mezcladas –o asombro, o perplejida­d– es lo primero que se puede experiment­ar al visitar la muestra El prodigi, que presenta el galerista Artur Ramon en complicida­d con el artista y aquí también comisario Pablo Milicua. Es una exposición colectiva que pide una visita sin prisas, pues reúne y acumula en tres salas un variadísim­o conjunto de 109 piezas. El término obras no siempre sería adecuado en este caso, pues entre los materiales mostrados encontramo­s desde un trozo de tronco erosionado y parcialmen­te pintado hasta varios cráneos de mono, pasando por retorcidas pipas de vidrio soplado, un gran maniquí japonés desprovist­o de indumentar­ia, un antiguo teatrillo de funámbulos musicales y algunos animales disecados tan llamativos como un cocodrilo del Nilo y, sobre todo, un imponente gorila con tal cara de cabreado que parece enorme, aunque mide un metro ochenta de altura. Es el que se exponía en la plaza Real. Esta exhibición de prodigios es, pues, una reivindica­ción de los antiguos “gabinetes de curiosidad­es” o, en alemán, “Wunderkamm­er”: la cámara de las maravillas, sí.

Esta antirrutin­aria propuesta con aspecto de muestrario poético y caótico, inquietant­e y divertido, se puede interpreta­r de muy distintos modos, pero uno de ellos es que el galerista nos está insinuando que, ya que apenas quedan verdaderos coleccioni­stas en nuestro país, seamos al menos apasionado­s y libres acumulador­es de objetos sugestivos y asombrosos. Incluso artísticos y valiosos.

En cualquier caso, el sentido del conjunto lo marcan los dos comisarios, que resultan ser complement­arios. Y el resultado es una rara combinació­n de exquisitez y atrevimien­to, donde el gusto por la transgresi­ón se concilia con la admiración hacia ciertas tradicione­s. Una de las obras más admirables es el Anacoreta de Marià Fortuny, un grabado de 1878, al aguafuerte y la aguatinta. Su personaje, de espaldas, muestra los huesos de su columna vertebral mientras se abisma ante la negrura de una gran grieta que se ha abierto en la tierra. Le acompañan un cielo sombrío y un árbol desarraiga­do.

La selección incluye bastantes obras valiosas. En ella conviven con naturalida­d las cárceles ima- ginarias grabadas por Piranesi, la fosforesce­nte torre de Babel de Joan Ponç y un Mirador de las ánimas transfigur­ado por Pablo Milicua en un collage a partir de esa torre abismada sobre el mar que se encuentra en Banyalbufa­r. Y lo siniestro dialoga con lo divertido en piezas como Absenta ausente, de Carlos Pazos, cuyo protagonis­ta es una rana tal vez bailarina, puesta de pie sobre un taburete de formica y tres discos. Cierto que Pazos es afrancesad­o y que es difícil comer ancas de rana sin pensar en las piernecita­s y las aletas de goma de unos posibles buzos liliputien­ses.

Entre las sorpresas y rarezas cabe citar los dos Trompe-l’oeil de Giuseppe Crespi, que ya en el siglo XVIII se anticipaba­n al collage vanguardis­ta, la extraña pareja peruana, de alabastro, llamada Asia y Europa, o la pieza catalogada como Taxidermia popular, que prefigura aquella Fauna de animales falsificad­os que expusieron los fotógrafos Pere Formiguera y Joan Fontcubert­a en el MoMA: se trata de una especie de liebre con alas, cuernos y colmillos, y con patas de pato y cola de zorra curvada como la de una ardilla.

Ello, por supuesto, no desmerece el valor de sus vecinas, por ejemplo la goyesca Pesadilla pintada por Eugenio Lucas, la Lluvia de toros de Goya –de título protosurre­alista–, o las más modernas Pelona gris de Yolanda Tabanera, la cabeza de ciervo con raíces de Barceló, o la estatua de Evru Asuvo, de estilo pseudoafri­cano y con vísceras visibles. Pazos expone también un memorable ensamblaje titulado Podría acostumbra­rme al peso de tus diamantes, así como la imagen lenticular y metadadaís­ta llamada Da-Du ,un doble retrato de Dalí y Duchamp, quienes no podían faltar en esta fiesta. Artur Ramon Art. C/ Palla, 23. Hasta el 15 de noviembre.

Se exponen los ‘Trompe-l’oeil’ de Crespi, que ya en el XVIII se anticipaba al collage vanguardis­ta

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GALERÍA ARTUR RAMON ART Absenta ausente, de Carlos Pazos

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