Un poco de calma
Hay tantos jaleos externos ahora mismo en la vida del Barça que el fútbol parece no importar. El equipo avanza como contagiado por una atmósfera de conflicto pluridireccional, un día con la FIFA, el otro con la UEFA y el siguiente con los árbitros, y se empeña en convertir cada partido en un ejercicio de épica con rivales que no la suelen requerir, tipo Rayo Vallecano o Eibar. Ayer volvió a pasar. Antes de empezar, la directiva dio la orden de exhibir sobre el Camp Nou una pancarta a favor de la libertad de expresión en protesta por la sanción de las estelades. Aunque el mosqueo esté justificado, la práctica del cartelismo reivindicativo no suele ser una vía productiva, más bien lo contrario. En su día el La Masia no es toca fue un mural colgado de la grada que provocó un efecto bumerán que todavía dura. Está todo tan raro que en la narcotizante asamblea del día hubo un compromisario que tomó la palabra para decir que si eso de ganar tantos tripletes sería soportable económicamente.
Por fortuna hay jugadores impermeables a tanta polución extradeportiva. Sobresalieron ante el Eibar dos rescatadores habituales, un Luis Suárez que ha devuelto el orgullo de jugar con delantero centro sin que parezca una transgresión de la que avergonzarse y un Neymar que, valiente, no cambia su manera de jugar ni esconde las piernas cuando sabe que son carne de seguro a todo riesgo. Pero fue Busquets el héroe clandestino de la remontada. El de Badia, jugando de interior, emergió y compareció como único representante del fútbol de combinación. Estuvo muy solo porque hay cierta verdad en la excusa de que las bajas están erosionando el funcionamiento colectivo del grupo de Luis Enrique, aunque no la suficiente como para explicar tanto partido descontrolado.
La expulsión de Mascherano mantendrá unos días más el estado de tensión que el club no se saca de encima. Urge un poco de calma para detener la espiral. Quizás enviando un vídeo íntegro de la asamblea a todos los enemigos estos acaben batiéndose en retirada.