La Vanguardia (1ª edición)

“Reduzca distancias en su vida y aumentará su calidad”

Tengo 76 años, pero me siento como si tuviera 75. Soy brasileño: sabemos superar crisis; esta, también. Tengo 4 nietos: vuelvo a vivir con ellos. Si quieres creativida­d, quita un cero al presupuest­o; si quieres sostenibil­idad, quítale dos. El coche es el

- LLUÍS AMIGUET

Hacia dónde van nuestras ciudades? Yo no entiendo la vida como obligación, ni como deber, ni como sacrificio...

No debería serlo, al

menos, no siempre. ...sino como celebració­n. La vida o es una celebració­n o no es. Y la ciudad, también.

¿Y cómo celebra la vida una ciudad? Para empezar, debe lograr que sea corto y fácil movernos entre el trabajo, el negocio y el ocio, la educación, el hogar, los amigos...

Me apunto, pero ¿cómo? Si reduces distancias en tu vida, aumentarás su calidad. Limita su perímetro y haz que todo esté cuanto más cerquita, mejor.

La felicidad es no tener jefe e ir andando a trabajar. Pero las ciudades de hoy están pensadas para ganar dinero; es decir, para que unos pocos ganen mucho dinero. Y se nos puso a los ciudadanos a servir a ese propósito y las ciudades fueron cada vez haciéndose más grandes y tristes, porque ya no eran para las personas.

¿Cuál fue el error de concepto? Concebir la ciudad como una unidad de producción y para ese fin separar los usos y las clases sociales. En unos sitios se produce: el área industrial o city financiera y de servicios; en otros se duerme: barrios dormitorio­s o ciudades residencia­les; en otros, se educa: áreas de colegios o ciudades universita­rias...

...Y te pasas la vida yendo de uno a otro.

En metros tristes o en atascos tras un camión.

¿Quién se equivocó? Se atribuye ese error urbanístic­o de querer dividir los usos –y así los espacios– en una misma ciudad a Le Corbusier en 1931 con la Carta de Atenas. Pero es una culpa que no se merece, porque el gran urbanista allí enumeraba las funciones de la ciudad, pero nunca aconsejó separarlas, sino, al contrario, dijo que debían estar juntas.

Y así evitar desplazami­entos inútiles. En ese sentido, la tecnología y la economía empiezan a ayudarnos a recuperar proximidad, porque, cada vez, la producción de bienes y servicios es más simbólica y necesita espacios menores que pueden estar juntos.

En vez de átomos enviamos bytes. Y además, se imponen las fórmulas de cotrabajo, corresiden­cia, cotranspor­te. Fíjese cómo el espacio de las grandes fábricas de antaño, por ejemplo en el Poblenou barcelonés, se usa hoy para residencia o parques, pero que también integran servicios y ocio. No separan.

También tenemos grandes cinturones. Cada vez menos necesarios, porque la tendencia es reunir trabajo, ocio, hogar, amigos, educación... ¡Volvemos a vivir en el barrio!

¿Y si te sale un buen trabajo, pero lejano? El transporte colectivo debe ser la opción, pero es una opción para compartir y disfrutar: no debe ser otro castigo en nuestras vidas. Y va a ver cómo, poco a poco, el transporte cotidiano dejará de ser una molestia obligatori­a y es algo tan agradable como pasear por el parque.

Ojalá. Seguro: el coche es el cigarrillo del futuro; pero que la industria del automóvil no se preocupe, porque seguirá habiendo coches, aunque menos utilitario­s y más para disfrutarl­os. Los usaremos por placer. ¿Cuántos automóvile­s tienen aquí en Barcelona?

Creo que circulan un millón diarios. Pues están ocupando 25 m2 en la vivienda y otros 25 en el trabajo o el súper... ¡Imagínese devolver esos miles de metros cuadrados a la comunidad! ¡Mejores casas para todos! ¡Parques y jardines, escuelas, playas!

¿Qué otros ahorros se lograrían? Unir trabajo, educación y ocio y evitar desplazami­entos hará a la ciudad más sostenible. Eso significa que no gastemos hoy lo que necesitare­mos mañana ni contaminem­os el aire ni el agua que beberán nuestros hijos.

¿Cómo? Cuando era alcalde y gobernador, descubrí que la escasez aguza el ingenio: si quieres ser más creativo, quítale a tu presupuest­o un cero; si quieres ser más sostenible, quítale dos; y ahora viene la tercera condición de la ciudad donde seremos felices en el futuro...

El futuro no es un porvenir; es un por hacer: dígame cómo. ¡Ese es el espíritu! No esperemos ninguna mejoría sin habérnosla trabajado. Tenemos que convertir en deseable –lo es– lo inevitable: que nuestros vecinos sean cada día más diversos en identidade­s, razas y procedenci­as, aunque iguales en derechos y obligacion­es.

¿Qué nos unirá en esa ciudad multicolor? Identidad, una identidad para todos los que quieran quererla y compartirl­a. Asumiremos nuestra identidad desde el reconocimi­ento y el respeto a quienes quieran vivir otra.

Y que cada uno la quiera a su modo. Cada uno a su modo, pero todos debemos amar a nuestra ciudad, porque ese cariño convertirá en ilusiones todas las demás obligacion­es de tolerancia, limpieza, urbanidad, civismo... Y permítame añadirle a nuestra ciudad una cuarta dimensión o el undécimo mandamient­o...: ¡sentido del humor, amigos!

Vivir no es necesario; reír, sí. Sin humor, yo ya me hubiera hundido en muchos momentos difíciles de mi vida, pero, gracias a él, sufrí muchas desgracias pero nunca fui desgraciad­o. Necesitamo­s una ciudad que sepa reírse de sí misma.

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LAURA GUERRERO

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