‘Chonis’ y ‘canis’ y viceversa
Mucha polvareda está levantando en las redes sociales el último
Salvados de Jordi Évole, seguramente una de las mejores entregas de lo que llevamos de temporada. Dedicado por completo a la mal denominada clase media (esa especie en auténtico peligro de extinción en la que podrían englobarse desde los asalariados de toda la vida hasta los mileuristas a la fuga), el programa de La Sexta contó con la irreductible presencia del tan joven como sobradamente preparado Owen Jones, autor del imprescindible Chavs: la demonización de la clase obrera, documentadísimo ensayo escrito a pie de trinchera en el que el combativo historiador británico explica con todo lujo de detalles la nada inocente manera en que, desde los no tan lejanos días del thatcherismo, los principales medios de comunicación británicos han venido ridiculizando a las clases trabajadoras a golpe de caricaturesca ficción televisiva (la que en su posicionadísima opinión va de Shameless a Little Britain).
Que los demonizados chavs de la Pérfida Albión vienen a ser algo así como la versión original neoliberalizada de nuestros poligoneros canis y chonis de toda la vida (tan telegénicos ellos y ellas y viceversa por risible defecto) es algo que se encargó de dejar meridianamente claro en ese mismo programa Mercè Oliva, profesora de la UPF y especialista en el tema a la que no se le cayeron los académicos anillos a la hora de apuntar directamente a todos aquellos programas de entretenimiento y series de ficción (sintomáticamente cómicas) que más han hecho en nuestro país por la anormalización mediática de tan sonrojante estereotipo, relevo nada natural o inocente de la ninguneada clase obrera (la misma que en nuestro vapuleado imaginario habría pasado de trabajar a socializada conciencia en una fábrica, a currar a despolitizada desgana como chandalera cajera de supermercado).
Según su docto parecer, las chonis company han sido moneda de lo más corriente en series como Aída, La tira e incluso el Chiringuito de Pepe, así como en surrealities tan orgullosamente
frikis y contraproducentes como Princesas de barrio, Gandía shore, Las joyas de
la corona, Generación ni-ni, Gran Hermano o el propio Sálvame, programa que ha cimentado hasta extremos democráticamente grotescos la arrabalera imagen de Belén Esteban como símbolo del montacargas social (o lo que es lo mismo, del ascensor social en su versión más puerta de servicio).
La lista bien podría haberse completado, retrospectivamente o no, con títulos tan emblemáticos y reveladores como Mujeres y hombres y viceversa, Hermano Mayor, Callejeros (algunos de ellos realmente poligoneros), Gym Tony, Next, Curso del 63, Adán y Eva, El campamento, Física o química, Con el culo al aire, Operación Momotombo, Cambio radical o El diario de Patricia, programas todos ellos que en mayor o menor desmedida han hecho del chonismo nada ilustrado un preocupante síntoma más de por dónde hace socio-coyunturales aguas esa pretendida marca España que algunos, los menos descastados del lugar, quieren vendernos al precio que sea. Para hacérnoslo mirar.
El historiador Owen Jones explicó en ‘Salvados’ cómo los medios de comunicación británicos han ridiculizado a las clases trabajadoras