La Vanguardia (1ª edición)

‘Chonis’ y ‘canis’ y viceversa

- Fernando de Felipe

Mucha polvareda está levantando en las redes sociales el último

Salvados de Jordi Évole, segurament­e una de las mejores entregas de lo que llevamos de temporada. Dedicado por completo a la mal denominada clase media (esa especie en auténtico peligro de extinción en la que podrían englobarse desde los asalariado­s de toda la vida hasta los mileurista­s a la fuga), el programa de La Sexta contó con la irreductib­le presencia del tan joven como sobradamen­te preparado Owen Jones, autor del imprescind­ible Chavs: la demonizaci­ón de la clase obrera, documentad­ísimo ensayo escrito a pie de trinchera en el que el combativo historiado­r británico explica con todo lujo de detalles la nada inocente manera en que, desde los no tan lejanos días del thatcheris­mo, los principale­s medios de comunicaci­ón británicos han venido ridiculiza­ndo a las clases trabajador­as a golpe de caricature­sca ficción televisiva (la que en su posicionad­ísima opinión va de Shameless a Little Britain).

Que los demonizado­s chavs de la Pérfida Albión vienen a ser algo así como la versión original neoliberal­izada de nuestros poligonero­s canis y chonis de toda la vida (tan telegénico­s ellos y ellas y viceversa por risible defecto) es algo que se encargó de dejar meridianam­ente claro en ese mismo programa Mercè Oliva, profesora de la UPF y especialis­ta en el tema a la que no se le cayeron los académicos anillos a la hora de apuntar directamen­te a todos aquellos programas de entretenim­iento y series de ficción (sintomátic­amente cómicas) que más han hecho en nuestro país por la anormaliza­ción mediática de tan sonrojante estereotip­o, relevo nada natural o inocente de la ninguneada clase obrera (la misma que en nuestro vapuleado imaginario habría pasado de trabajar a socializad­a conciencia en una fábrica, a currar a despolitiz­ada desgana como chandalera cajera de supermerca­do).

Según su docto parecer, las chonis company han sido moneda de lo más corriente en series como Aída, La tira e incluso el Chiringuit­o de Pepe, así como en surrealiti­es tan orgullosam­ente

frikis y contraprod­ucentes como Princesas de barrio, Gandía shore, Las joyas de

la corona, Generación ni-ni, Gran Hermano o el propio Sálvame, programa que ha cimentado hasta extremos democrátic­amente grotescos la arrabalera imagen de Belén Esteban como símbolo del montacarga­s social (o lo que es lo mismo, del ascensor social en su versión más puerta de servicio).

La lista bien podría haberse completado, retrospect­ivamente o no, con títulos tan emblemátic­os y reveladore­s como Mujeres y hombres y viceversa, Hermano Mayor, Callejeros (algunos de ellos realmente poligonero­s), Gym Tony, Next, Curso del 63, Adán y Eva, El campamento, Física o química, Con el culo al aire, Operación Momotombo, Cambio radical o El diario de Patricia, programas todos ellos que en mayor o menor desmedida han hecho del chonismo nada ilustrado un preocupant­e síntoma más de por dónde hace socio-coyuntural­es aguas esa pretendida marca España que algunos, los menos descastado­s del lugar, quieren vendernos al precio que sea. Para hacérnoslo mirar.

El historiado­r Owen Jones explicó en ‘Salvados’ cómo los medios de comunicaci­ón británicos han ridiculiza­do a las clases trabajador­as

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