La Vanguardia (1ª edición)

Una escuela integrador­a

JAVIER GARCÍA DOMÍNGUEZ (1953-2015) Maestro y sindicalis­ta

- MARIO SASOT

Javier García Domínguez mantuvo su espíritu rebelde y luchador en favor de una escuela pública, integrador­a y de calidad hasta el mismo momento de su muerte, acaecida abruptamen­te el pasado 18 de noviembre, tan sólo dos años después de su jubilación como maestro.

Víctima de un cáncer detectado hacía menos de un mes, su desaparici­ón ha causado una profunda conmoción en el conjunto de los sectores progresist­as de la enseñanza aragonesa.

Javier García estudió en la escuela de Formación del Profesorad­o de EGB en Valladolid y, tras un año como profesor en prácticas en el País Vasco, llegó a Zaragoza en 1975. Durante los primeros años en la capital aragonesa trabajó como profesor en el centro San Viator de protección de Menores. De allí pasó a la escuela La Quer Majari Cali, destinada a los niños gitanos de las chabolas del barrio de La Paz, donde permaneció siete años. Según comentaba él mismo, todas las mañanas, antes de la hora de clase iba de chabola en chabola a recoger a los niños para llevarlos personalme­nte a la escuela.

Ya desde esos primeros años de profesión, su vocación por la enseñanza fue unida a su actividad como sindicalis­ta, que nunca abandonó.

Tras militar un tiempo en la CNT, pasó al sindicato CGT, donde participó en la creación de su Federación de Enseñanza de Aragón y La Rioja, destacando como activista en cuantas reivindica­ciones y movilizaci­ones se organizaba­n a favor de la escuela pública, la calidad de la enseñanza o las reivindica­ciones laborales de los docentes.

Sus compañeros y amigos destacan su serenidad, su honradez, su gesto afable y negociador, unido a una inquebrant­able firmeza en sus conviccion­es. Solían decir que Javier dignificab­a la actividad sindical y que en todo lo que hacía mostraba su pasión por alcanzar una educación de calidad para todos.

Asimismo Javier García llegó a formar parte activa en todos los colectivos y grupos pedagógico­s que se crearon en Aragón para fomentar en los profesores la innovación en las formas de enseñar.

Formó parte de los grupos Clarión, Aula Libre, la Escuela de Verano de Aragón, La Escuela de los Martes, o de los equipos de Educación Compensato­ria.

Algunos profesores recordaban en el acto de despedida el año en que en la Escuela de Verano de Aragón (inspirada en el modelo de la Escola d’Estiu Rosa Sensat) una canastera gitana del barrio de La Paz, traída por Javier, impartió como ponente un taller de cestería de mimbre a los maestros allí inscritos.

Además, entre otros cargos políticos y sindicales, Javier García había sido secretario de la federación de enseñanza de la CGT, delegado de dicho sindicato en la Junta de Personal Docente de Zaragoza, representa­nte de los movimiento­s de renovación pedagógica en el Consejo Escolar de Aragón y responsabl­e del área de educación de Izquierda Unida de Aragón.

Pese a estar jubilado, nunca dejó

Iba chabola por chabola recogiendo a los niños para llevarlos a La Quer Majari Cali, escuela para gitanos

de trabajar ni militar en el sindicato y los últimos años los dedicó a reforzar y potenciar la CGT en Teruel.

Aunque nació en la zaragozana localidad de Arándiga, donde su padre ejercía entonces de maestro, sus raíces familiares estaban en Soria, una provincia que amaba profundame­nte y que recorrió de punta a punta. Él se considerab­a a sí mismo un soriagozan­o, tal como figura en el libro Sorianos en Zaragoza (Mira Editores, 2000). Por deseo del mismo difunto, sus cenizas serán extendidas en un cerro desde el que se divisan las provincias de Soria y Zaragoza y el pueblo de El Pobo de Dueñas, en la provincia de Guadalajar­a, donde tenía una casa en la que recibía frecuentem­ente a sus amigos.

Javier deja a su mujer, Mapi, y sus dos hijos, Alberto y Mario.

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