San Buda que estás en los cielos
Hoy se celebra San Josafat, que en realidad es la adaptación cristiana de la figura de Buda
Frótese los ojos: hoy es San Buda. ¿Será verdad que la búsqueda espiritual no requiere un cambio de religión, como asegura a menudo el Dalái Lama? Porque lo cierto es que este podría ir más lejos y añadir que el occidental que busque a Buda puede encontrarlo ¡en el mismísimo santoral católico! Concretamente en el binomio “santo y mártir” formado por Barlaam y Josafat –que se celebra hoy, 27 de noviembre– en el que San Josafat es, en realidad, Buda.
La historia tiene su guasa y resurgió cuando el investigador italiano Daniele Crivellari descubrió hace un año el original de Barlaán y Josafat, drama escrito por Lope de Vega y extraviado durante casi un siglo. Dicha obra –que influyó en La vida es sueño– no es más que la edificante historia del príncipe Siddharta Gautama, el buddha o sabio, minuciosamente cristianizada.
Lope, como otros antes que él, rebautizó a Buda como Josafat –corrupción de Bodhisattva, el Buda anterior a su iluminación– pero la trama es la misma: el príncipe que lo tiene todo, a quien su padre mantiene en una cárcel de oro para que no contemple la enfermedad, la vejez y la muerte. Y –este es el giro europeo, imitado por Lope– que luego intenta evitar en vano que Buda/Josafat se convierta al cristianismo, siguiendo el mal ejemplo de tipos como Barláan, que ya no son yoguis, sino anacoretas cristianos.
Crivellari destaca a La Vanguardia que el original manuscrito tiene un final distinto al legado en la versión impresa, así como escenas luego suprimidas. “Por ejemplo, un plan para que Josafat deje el cristianismo o la disputa entre el ermitaño disfrazado Barlaán y los astrólogos del rey Abenir de India”.
Lope de Vega pudo recibir el estímulo de Historia de los dos soldados de Cristo, Barlaán y Josafat, publicada pocos años antes. Y la leyenda completó la vuelta al mundo en 1692, al regresar a Asia con Baltasar de Santa Cruz, que la recreó desde Filipinas. ¿Tan fuera de lugar está Buda en la literatura del Siglo de Oro? Pues no tanto, porque Felipe II, III y IV fueron reyes del litoral de Ceilán, segunda cuna del budismo, donde entonces también se representaba La Celestina.
La popularidad de Barlaán y Josafat se remonta a la Edad Media. Don Juan Manuel ya se inspiró en el Buda cristianizado para el Libro de los estados. Como hizo en Blanquerna Ramon Llull, beato popular cuya festividad se celebra, enigmáticamente, este mismo 27 de noviembre y en el cual la influencia sánscrita es manifiesta también en Llibre de meravelles.
Luego, en la España del siglo XV, circularon varias versiones castellanas, como el Libro de Berlan e del rrey Josapha de India. Y por lo menos, una catalana, de Francesc Alegre, hoy perdida, que empezaba así: “Vençudes les tenebres...”.
Si la vida de Buda es legendaria, no lo son menos las reencarnaciones de su relato sánscrito, el Lalitavistara Sutra, antes de su llegada a Europa. En el primer milenio se tradujo al persa y de este al georgiano. De ahí al griego y al árabe, y de estos a varias lenguas romances.
En este último caso jugó un papel destacado el rabino barcelonés Abraham ben Šemuel ibn Hasday, que en el siglo XIII la versionó en hebreo a partir del árabe, con el título de El príncipe y el monje. Un hebreo modélico para una versión sui géneris en la que Josafat/Buda termina como rey y no como asceta.
El cristianismo no fue la primera religión que fagocitó la historia de Buda. Antes lo había hecho el brahmanismo, que tras perder terreno durante siglos a manos del budismo –que predicaba la supresión de las castas– se recuperó a través, entre otras cosas, de incorporar a Buda al panteón como penúltima encarnación de Vishnú.
Un último guiño del Dalái es explicar que mil años antes de que el primer tibetano se convirtiera al budismo ya había europeos budistas. Fue en los reinos herederos de la invasión de Alejandro Magno, en los confines de India. La vida monástica, los hábitos y el rosario son otras influencias probadas del budismo en el cristianismo oriental que llegaron a Europa. Todo fluye. O todo vuelve.
En ‘Barlaán y Josafat’, Lope de Vega tomó la trama de la iluminación del príncipe Siddharta