La raíz del yihadismo
El terrorismo yihadista vuelve a golpear en Túnez. Además de provocar muchas víctimas inocentes y un dolor intenso al país, tiene otra vertiente perversa, que es la semiparalización de la vida ciudadana, el despliegue de policía y ejército y la sensación permanente de estado de sitio o de excepción. Este fantasma, de naturaleza ubicua, ha irrumpido con intenciones de quedarse entre nosotros, hasta que se extirpe quirúrgicamente la raíz del mal y sus guaridas dispersas e inabarcables. No va a ser fácil ni rápido este enfrentamiento contra un enemigo cuasi invisible y que puede gangrenar o agrietar el modus vivendi de los países democráticos.
Esta malformación teratológica del islam debe encontrar su principal antídoto de choque en los países que practican un islam moderado, respetuoso y pacífico. Digo esto porque las primeras y más numerosas víctimas de esta deriva suicida son los propios musulmanes que valoran la paz como esencia de su credo. Occidente debe reflexionar sobre la cuota o parte de nuestra culpa en la eclosión de este fenómeno que desestabiliza países y cruza fronteras. Nuestros actos no son neutrales ni inocentes.
AGUSTÍN ARROYO CARRO