La Vanguardia (1ª edición)

Locos de amor por Lorca

Miguel Poveda pone la guinda al espectácul­o en el Carnegie Hall sobre el último romance del poeta

- Francesc Peirón

Todavía con el subidón de adrenalina, sudoroso por el ejercicio de flamenquis­mo, David Morales se fotografía con todo el que aparece por la zona de camerinos.

“No sé cómo es el público de esta ciudad, pero a mí me ha parecido estar en Cádiz”, dice, eufórico, a la caída del telón.

Morales recuerda que empezó a bailar a los cuatro años y este miércoles ha tocado a los 44 una de sus cimas, tal vez su Everest particular. Ha debutado en Nueva York y en la cumbre, en el Carnegie Hall. “¡No está mal empezar la casa por el tejado!”, exclama antes del inicio.

“El amor homosexual no se celebra a menudo en los shows de flamenco. En esta ocasión, el bailarín y coreógrafo David Morales retrata a Federico García Lorca, evocando al poeta y dramaturgo en las jornadas previas a ser ejecutado en la guerra civil, cuando ignoró las señales de peligro por el amor a otro hombre”.

De esta manera presentó el The New Yorker esta única función en el teatro de Manhattan titulada Lorca madly in love.

Un entarimado escueto, con los músicos –Daniel Casares, guitarra y director musical– y los cantaores a los lados –destaca la emocional Esperanza León–, para dejar espacio al romance bailado entre Lorca Morales e Iván Amaya, que escenifica en clave de danza moderna al joven amado Juan Ramírez de Lucas.

El libreto correspond­e a Manuel Francisco Reina a partir de su novela histórica Los amores oscuros (2012) donde reconstruy­e ese último enamoramie­nto del poeta. Ramírez de Lucas falleció en el 2010 y Reina tuvo acceso a sus archivos en los que descubrió poemas, cartas (una fechada el mismo 18 de julio) o dibujos que García Lorca dedicó a su querido.

La iluminació­n tiene un papel importante, a partir de la dirección escénica de Juan Estelrich. A él se debe la parte visual, en la que se proyectan imágenes del poeta, del amor desnudo de dos hombres y el persistent­e tren.

Esta obra sobre el granadino universal locamente enamorado la estrenó Morales y su compañía el pasado año en Jerez de la Frontera como Lorca muerto de amor. Visitó algunas localidade­s españolas. Sin embargo, el Carnegie irrumpe como preámbulo de la gira internacio­nal programada para el 2016 y que contará con citas en Barcelona y Madrid.

“Cualquier artista del flamenco siempre sueña con hacer algo de García Lorca”, sostiene Morales. Sin olvidar el mensaje: “Hemos de seguir alzando la voz. Aún hay países en los que se persigue la homosexual­idad. Federico sirve para mantener esa voz”.

En este montaje tan especial para el bailaor, el espectácul­o cuenta con un invitado especial, el cantaor catalán Miguel Poveda. Otro loco lorquiano.

“Federico es una figura que me fascina desde hace años. De todos los poetas con los que he trabajado. es el único con el que tengo la sensación de haberlo conocido, siento que me duele lo que le duele a él, como si el que escribiera fuera uno de mis familiares”. Faltan un par de horas para el estreno y Poveda, que lleva un tiempo ausente de la escena neoyorquin­a, se prepara para el ensayo final. De pronto se le escapa un suspiro. Observa que se ha sentado junto al retrato de Sinatra. “Es uno de mis mitos”, confiesa. “Da vértigo cantar en este lugar, las paredes están impregnada­s de los mejores sonidos de la historia de la música. de cualquier genero”.

El vértigo desaparece en sus dos intervenci­ones, Romance del rubio de Albacete (hallado entre los papeles de Ramírez de Lucas) y El poeta pide a su amante que le escriba. Entre Morales y su Lorca, la sala se rinde a su magia.

El bailaor David Morales y su compañía escenifica­n en clave flamenca el suspiro final de Lorca

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LAROPHOTO David Morales e Iván Amaya (pecho descubiert­o) bailan el idilio del poeta con Juan Ramírez de Lucas
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