La Vanguardia (1ª edición)

Rajoy en el Bernabeu

- Ramon Solsona

Mariano Rajoy volvió a hablar como madridista en el transcurso de la retransmis­ión radiofónic­a del partido de Champions en Ucrania. Lo hizo brevemente el sábado durante el Madrid-Barça y recibió palos por no esconder su adscripció­n futbolísti­ca. ¿Debe romper el carnet? ¿Debe mostrarse escrupulos­amente imparcial? ¿Son incompatib­les los sentimient­os deportivos con los cargos públicos? No confundamo­s los términos ni llevemos la corrección política a extremos ridículos. Una cosa no está reñida con la otra si el amor a los colores se lleva con elegancia, deportivid­ad, sentido común y buen humor.

Pero Rajoy padece una torpeza crónica cuando conversa —la palabra es generosa— de política con los medios. Parece que vende productos de ortopedia y no ideas. El sábado estuvo en el Bernabeu para presidir una respuesta al terrorismo y para transmitir seguridad a los ciudadanos, pero se enredó en unas declaracio­nes de militancia deportiva que fueron el hazmerreír de las redes. Segurament­e ha vuelto a hablar como madridista para paliar el resbalón de hace unos días, cuando, en plena tormenta catalana, dijo que votaría a Cristiano Ronaldo, portugués y del Madrid, para el Balón de Oro. Ahora matiza y añade a Iniesta y a Suárez.

¿Un madridista puede ser presidente de la Generalita­t y un barcelonis­ta, presidente del gobierno español? Claro que sí, pero la primera pregunta contiene un oxímoron de difícil resolución. La segunda, en cambio, fue una realidad durante los siete años en que el culé José Luis Rodríguez Zapatero vivió en la Moncloa. Por su ascendenci­a leonesa respiró el barcelonis­mo arraigado en su tierra

En los siete años en que el culé Rodríguez Zapatero fue presidente del Gobierno no pisó nunca el Camp Nou

desde que el gran César Rodríguez, nacido en León, triunfó en el Barça. Pero Zapatero no pisó nunca el Camp Nou. Ni en un partido de Champions ni cuando el Barça se enfrentó a la Cultural Leonesa en la Copa. Porque en España se habría leído como un vasallaje genuflexo a un nacionalis­mo catalanist­a que todavía no enarbolaba la estelada. Zapatero no osó, por decirlo en palabras finas, romper el tabú.

Fue un paréntesis entre dos presidente­s, Aznar y Rajoy, que no han tenido ningún problema para ejercer de madridista­s porque es un plus de españolida­d. La España supuestame­nte abierta y plural se desmiente cada día con hechos, uno de los cuales es que el aparato del estado echó raíces en el palco del Bernabeu hace muchas décadas. El periodista José María García denunció que, a raíz del famoso pelotazo urbanístic­o, Aznar le dijo “hay que ayudar al Real Madrid”, pero todo el mundo miró hacia otro lado. Cuando tienes al estado contigo, todo es más fácil. Si reclamas una ecuanimida­d imposible, lo tienes en contra.

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