Las casas reales escandinavas, sensibles al ecologismo
Daneses, suecos y noruegos son sensibles al ecologismo; sus casas reales, también
Si hay un tema que sobresale en la agenda de las casas reales escandinavas es el cuidado del medio ambiente. Dinamarca, Suecia y Noruega son países tradicionalmente sensibles a los asuntos ecológicos. Con mayor o menor eficacia, los tres llevan años apostando por un estilo de vida más sostenible. En las calles de sus principales ciudades se ven más bicis que coches y la tasa de reciclaje de sus habitantes está por encima de la media europea. Y a sus royals no les queda otro remedio que tomar nota.
Basta con repasar el calendario de los principales miembros de las tres monarquías para percatarse de la importancia que suelen dar a estas iniciativas. A principios de noviembre, por ejemplo, Mary, la princesa heredera de Dinamarca, inauguraba una campaña educativa para plantar árboles y, justo en las mismas fechas, su suegro, el príncipe consorte Enrique, viajaba a Vietnam para promover varios proyectos de la organización ecologista WWF en este país.
El rey Carlos Gustavo de Suecia tampoco se queda corto. El lunes acudirá a la Conferencia del Clima COP21 de París y hace pocos días propuso prohibir las bañeras para frenar el consumo exagerado de agua. Lo dijo en una entrevista al diario Svenska Dagbladet. Y aunque la propuesta suene un poco a broma y, en parte lo sea, el monarca hablaba en serio sobre la urgente necesidad de cambiar algunas costumbres para salvar el futuro del planeta. En concreto, la idea de las bañeras le vino a la cabeza hace poco, tras verse obligado a concederse un baño porque la habitación donde se hospedaba carecía de ducha.
“Tuve que gastar mucha agua y energía. No es sensato que yo tenga que hacer eso, realmente sentí vergüenza”, detalló. En su opinión, “son los pequeños detalles
El rey de Suecia pide prohibir las bañeras: Haakon y Mette-Marit se apuntan a limpiar la costa noruega
los que tienen un efecto enorme”. Y si una personalidad pública como el rey declara la guerra a las bañeras quizás otros ciudadanos decidan seguir su ejemplo.
Aunque los gestos de austeridad no deben ser tarea fácil cuando el lujo y los placeres de la vida están a la orden del día. Es sabido, por ejemplo que a Carlos Gustavo le encantan los coches y que cuenta con una amplia flota de ellos en sus garajes. Con todo, el monarca asegura que el que suele utilizar para sus viajes cotidianos a la ciudad es eléctrico.
También presume de que está poniendo en marcha un serio plan de ahorro de energía en el palacio. “Hacemos todo lo que podemos. Es un proyecto que está en marcha, aunque no siempre es fácil en una propiedad antigua como esta”, se excusa, al tiempo que aporta otra muestra de su buena voluntad al afirmar que ha empezado a comer menos carne, un alimento cuya producción emite elevadas emisiones de CO2.
Estos días, al rey le gusta recordar que Suecia fue el país que acogió por primera vez la conferencia del clima de las Naciones Unidas, allá por el año 1972. “No tengo soluciones definitivas, pero hablo de este tema a diario en mis
viajes. Es una oportunidad y un deber que tengo”, admite.
Carlos Gustavo va por delante en este tema. Sin embargo, no es el único de su familia ni de las demás casas reales nórdicas que se muestra activo. A finales de agosto, por ejemplo, su hija mayor y heredera al trono, la princesa Victoria, participó en una caminata contra el cambio climático junto con Mette-Marit, la princesa heredera de Noruega. El acto, que tuvo lugar en Halden, una bonita zona boscosa situada en la frontera entre los dos países, venía a ser una preparación para el COP21 de París.
Mette-Marit es de las más comprometidas. Más allá de hablar y participar en numerosas iniciativas sobre el tema, no tiene problemas en arremangarse para recoger basura en las playas de Noruega. Hasta su marido, el príncipe Haakon, la ha acompañado en alguna ocasión. Es algo que Mette-Marit, que nació plebeya, tiene la costumbre de hacer desde que era pequeña. Un gesto con el que aprovecha para llamar la atención sobre la gran cantidad de residuos que se producen y la mala costumbre que tienen algunos de arrojarlos al mar, provocando lo que se conoce como el “séptimo continente”, la gran isla de basura que está emergiendo en el océano Pacífico.