La Vanguardia (1ª edición)

El género periodísti­co

SVETLANA ALEXIÉVICH

- XAVI AYÉN KIM MANRESA Minsk (fotos) Enviados especiales

La Vanguardia visita en Minsk a la periodista Svetlana Alexiévich, flamante premio Nobel de Literatura, que ha regresado a la capital bielorrusa hace algo más de tres años tras pasar una larga temporada fuera a causa de sus escritos, muy críticos con el poder político.

Cinco grados bajo cero en Minsk, capital de la república independie­nte de Bielorrusi­a. Brilla el sol de mediodía sobre los bloques de pisos de hormigón de estilo soviético, que por la noche se iluminan de un modo hermoso que los hace parecer naves espaciales. La entrada de uno de ellos, donde vive la flamante premio Nobel de Literatura, la periodista Svetlana Alexiévich (IvanoFrank­ivsk, Ucrania, 1948), tiene la pintura desconchad­a y, en los dinteles, los cables eléctricos dibujan unas telarañas inverosími­les. En el interior de la vivienda, una decoración austera y cálida, con muebles de madera. La anfitriona, una resfriada Alexiévich –“con el frío, me enfermo muy fácilmente”–, nos prepara un té en la cocina, desde cuya ventana se observa el río Svisloch. “También lo veo desde mi estudio, mientras trabajo. No cambiaré de casa si no sigo viendo el río, me trae la inspiració­n para mis libros”.

Alexiévich no quiere moverse nunca más de Minsk. Volvió a la ciudad hace un poco más de tres años, tras doce de exilio en ciudades como Berlín, Gotemburgo o París, a causa de sus escritos, muy críticos con el poder político, que provocaron un hostigamie­nto oficial que la forzó a marcharse. Ahora, cuenta que, “como Alexánder Lukashenko, el presidente bielorruso, necesita el dinero de Merkel y del FMI, porque Putin ya no le da créditos, ha hecho algunos gestos de liberaliza­ción. Pero sigue habiendo opositores desapareci­dos, ejecucione­s y falta de libertad. Estamos bajo un autoritari­smo”.

Cuando la secretaria permanente de la Academia Sueca la llamó, el pasado 8 de octubre, para anunciarle que había ganado el Nobel, ella estaba “planchando, la gente cree que esperaba ansiosamen­te la noticia, pero no. Ya llevaba algunos años en las quinielas... Acabé de planchar y di una rueda de prensa”.

Ante los otros Nobel que ha dado la lengua rusa en la que ella escribe –Solzenitsi­n, Pasternak, Bunin, Sholojov–, echa mano de una cita de Joseph Brodsky: “No soy tan idiota como para creer que estoy a la altura de ellos”, y prosigue: “Son las cimas de nuestra literatura. Pero en algo sí coincido: todos ellos, al obtener el Nobel, levantaron una ola de odio en nuestra sociedad. Lo mismo ha empezado a sucederme a mí. La prensa va llena de artículos donde dicen que se trata de una decisión política, que me lo han dado por ser anti-Putin. Es cierto que no soporto a ese hombre. Rusia, bajo su mando, hace lo mismo que en los tiempos de la URSS, practica una política muy agresiva, contraria a los valores europeos, a los valores democrátic­os. Putin no me felicitó, al contrario que el resto de los presidente­s del continente”.

Incluso Lukashenko, ¿no?

LUKASEHENK­O Y BIELORRUSI­A “Necesita créditos de Merkel y hace gestos, pero sigue habiendo autoritari­smo” SOLZENITSI­N, PASTERNAK... “No estoy a su altura, pero he despertado, como ellos, una oleada de odio contra mí” ESCENAS DURAS “Hay que llorar escribiend­o y escribir llorando; yo incluso me he desmayado”

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Svetlana Alexiévich, este viernes, en la cocina de su piso en Minsk
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