Volver a las terrazas
EL miedo convierte en extraños a personas que podrían ser nuestros amigos. En París, desde el pasado 13 de noviembre, la gente mira de reojo en las terrazas más vacías que de costumbre. Los terroristas han convertido la capital de Francia en una ciudad desconfiada, donde las tiendas o los museos invitan a sus visitantes a abrirse los abrigos y a mostrar los bolsos. Cuesta que vuelva la normalidad, porque el recuerdo de la trágica noche está presente en la vida de los parisinos. Por más que Bertrand Russell escribiera que la experiencia de superar el miedo resulta increíblemente satisfactoria, lo cierto es que cuesta más de borrar la huella de la tragedia de la memoria que los impactos de las balas de las paredes de los establecimientos asaltados. Por eso la noticia de la reapertura de À la Bonne Bière supone un esfuerzo para que la vida vuelva a apoderarse de la terraza de este bistrot. Los propietarios han vuelto a abrir las puertas, con la voluntad de devolver al barrio su vitalidad, que fue brutalmente interrumpida con el ametrallamiento de la clientela del viernes por la noche, que cenaba animadamente.
À la Bonne Bière está de nuevo operativa desde las seis de la mañana hasta las dos de la madrugada. El bullicio ha vuelto al local, uno más de tantos cafés como los que pintaron Manet o Toulouse-Lautrec y que forman parte del paisaje característico de París. Una pizarra, que antes anunciaba con tiza los platos del día, ahora transmite con la misma letra su afecto a los familiares de las víctimas y el agradecimiento a los bomberos y policías por su labor. La acera es todavía un parterre de flores sobre el asfalto.
Los parisinos regresaron a la terraza para demostrar su solidaridad y resistencia. Hay que vencer el miedo al miedo. Será difícil cerrar las cicatrices, pero es imprescindible abrir los corazones. Y volver a pensar que el vecino de mesa puede ser nuestro amigo y no un peligro.