Los 43 de Iguala
Sergio González Rodríguez indaga en el caso de los estudiantes mexicanos desaparecidos hace un año
Sergio González Rodríguez ha analizado el contexto del asesinato de 43 estudiantes a manos de los carteles de la droga en México, una historia que habla de una corrupción generalizada por todo el país y todos los estamentos del poder.
Por la tarde estaba anunciada en la FIL la presentación de Los 43 de Iguala (Anagrama), de Sergio González Rodríguez, autor del escalofriante Huesos en el desierto, sobre los crímenes en Ciudad Juárez. Por la mañana, visito el puente, junto a la feria, en el que hace cuatro años aparecieron los cadáveres atados y amordazados de 26 personas, una advertencia del pujante Cartel Jalisco Nueva Generación, en pugna con Los Caballeros Templarios. El tiempo ha borrado el recuerdo de la macabra escena. Hace ocho meses el cartel, como venganza por la detención de su capo, hizo 39 narcobloqueos, incendió 36 vehículos, 11 bancos y 5 gasolineras y derribó un helicóptero federal. En México suceden cosas que el viajero despistado ni llega a intuir. Una amiga dice: “¿Has visto?”. “¿Qué?”. “¿No has notado nada?. Esas personas son migrantes que vienen del sur y se dirigen a Estados Unidos. Por aquí pasa la ruta del tren de carga que les lleva a la frontera. Le llaman La Bestia”. Se agazapan junto a la vía y saltan a lomos de la Bestia. Muchos mueren o caen en manos de las bandas o la policía. Son víctimas invisibles, de las que no hay ni contabilidad. Al llegar a la feria, el padre Alejandro Solalinde habla en una mesa redonda sobre la desigualdad en México: es estructural y nada de lo que se hace indica que vaya a cambiar. Gerardo Esquivel le pone cifras: el 10 % de la población concentra el 60 % de los ingresos.
El 26 de septiembre de 2014 desaparecieron 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa de Iguala y un año después aún no se sabe qué pasó. Habían expropiado, enmascarados y armados con piedras, dos autobuses públicos, como habían hecho otras 68 veces, para ir a Ciudad de México a la manifestación que conmemora la matanza de estudiantes de 1968 en la plaza de Tlatelolco. El secuestro se les complicó. La versión oficial es que la policía municipal, tras un tiroteo, los detuvo y los entregó a los narcos Guerreros Unidos y éstos los asesinaron e incineraron en un basurero. Sergio González Rodríguez aplica la lupa a la zona y aparecen más detalles. El estado de Guerrero tiene una tradición de violencia ininterrumpida desde los yopes que se resistieron al dominio azteca hasta que Lucio Cabañas se echó a la guerrilla, alumno de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, de severa educación marxista-leninista. Entre las acciones de los normalistas constan la expropiación de entre 2 y 5,3 millones de dólares provenientes de las casetas de cobro en las carreteras y la expropiación de 120 vehículos oficiales y privados. Eso no se dice, según el autor, “porque hay una izquierda que rechaza cualquier crítica y acusa a quien la hace de actuar al servicio de la derecha”.
La lupa de González Rodríguez sigue dibujando el mapa. Guerrero tiene el 60% del cultivo de adormidera y goma de opio, o sea que es un medio de vida para muchas familias. Las plantaciones fueron introducidas por un agente de la CIA en busca de debilitar los potentes carteles del norte. Hay ahí también rentables minas de oro y otros minerales en manos de multinacionales, encabezadas por Ca- nadá, que generan 38.600 millones de dólares al año. Más personajes: en el estado operan 10 grupos narcotraficantes (Guerreros Unidos y Los Rojos, principalmente) y grupos (paramilitares) de autodefensa comunitaria que dicen combatir por su cuenta a los criminales. Y por si no hubiera bastantes actores, en Mixoacán se descubrió un barco chino cargado de dólares. Guerrero encabeza los ránkings de muertes violentas y de mujeres asesinadas y el 70 % de la coca incautada en EE.UU. proviene de allí. ¿Qué pasó en Iguala? Están detenidos el alcalde, su esposa y 22 policías. González Rodríguez
En Guerrero confluyen la pobreza, la insurgencia, el narco, policía corrupta y paramilitares
cree que “se tendría que investigar la pista paramilitar, ya que la actuación sigue los protocolos recomendados por la CIA contra la insurgencia: provocar miedo para inhibirla”. Héctor de Mauleón niega con la cabeza. El secreto está en los autobuses: ¿transportaban droga? “Es como si en la morgue se levanta la sábana y nos muestra un cadáver corrupto, el Estado en ruinas”.
“Son los 43 de Iguala, pero también son todos los desaparecidos impunemente”, dice Julián Herbert. Tan impunemente que muchas familias no pierden el tiempo en denunciarlo. Mientras escribía esta crónica, los noticiarios mostraban las imágenes de una furgoneta calcinada en Sinaloa. Era de dos australianos que viajaban desde Canadá. Habían quedado con sus novias en Guadalajara. Sus cuerpos son ahora ceniza. En otra imagen se ve una fosa común con 101 cuerpos sin identificar. Los 43 son todos los desaparecidos