Europa se mentaliza para prolongar los controles fronterizos en su interior
Si la situación en Grecia no se normaliza, la zona Schengen mantendrá las barreras
Muchos europeos todavía no lo han notado, pero los controles en las fronteras interiores de la Unión Europea son una realidad en el corazón de Europa desde hace meses como consecuencia de la crisis de refugiados y, ahora, la alerta terrorista. La decisión de Alemania, Austria, Suecia y Francia de cerrar temporalmente sus fronteras está causando atascos y molestias a decenas de miles de personas, desde trabajadores transfronterizos que van a Luxemburgo, a transportistas que quieren cruzar el Hexágono.
Esta situación podría prolongarse más allá de los seis meses que prevé el código de fronteras Schengen si la situación en las fronteras exteriores no se normaliza antes de marzo, una hipótesis por la que pocos gobiernos apuestan. La posibilidad de prolongar los controles interiores en la zona Schengen (podría ser sólo en algunos puntos) sigue encima de la mesa después del consejo de ministros del Interior europeos celebrado ayer en Bruselas.
El ambiente fue mejor de lo esperado gracias a la decisión del Gobierno griego, la víspera, de aceptar el despliegue de una misión europea en su frontera con Macedonia y personal de apoyo en las islas para acelerar el registro de los refugiados e inmigrantes, además de la activación de una misión europea de protección civil. Los ministros acordaron dar una oportunidad más a las medidas europeas para resolver la crisis de asilo, en especial el reparto de 160.000 refugiados, que sigue sin arrancar.
Si la situación no cambia radicalmente, a primeros del 2016 podría invocarse el artículo 26 del reglamento Schengen, que permite introducir controles fronterizos internos si se dan “persistentes y graves deficiencias en la frontera exterior” del bloque. La definición, a juicio de algunos países, encaja con la situación de Grecia, desbordada por la llegada a sus islas de 700.000 migrantes este año. El periodo de tiempo máximo previsto es de dos años.
“Es cierto que las medidas actuales se acaban en tres meses. Haría falta una nueva evaluación de la Comisión y quizás otra decisión para prologarlas... Nadie puede predecir cuál va a ser la evolución de la crisis migratoria, por eso lo importante es no tener que volver a tener que reaccionar en caliente”, resumió Jean Asselborn, ministro del Interior de Luxemburgo, país que ostenta la presidencia rotatoria del Consejo. Su previsión es más bien
La decisión de Grecia de aceptar ayuda europea para controlar su frontera con Macedonia da un respiro a la UE
pesimista: “La crisis puede durar años y años”, por eso sería conveniente, dijo, que haya “un marco europeo” para reaccionar.
Ese marco está poniéndose ya en marcha con la misión europea en la frontera de Grecia con Macedonia, un paso crucial, y la propuesta que la Comisión presentará este mes para que la agencia Frontex pueda actuar como una guardia de fronteras europea. El debate sobre el futuro de Schengen será retomado en enero con Holanda al frente de la presidencia rotatoria del Consejo, un país que ha empezado a hablar de ‘encoger’ Schengen y limitarlo a los países abiertos al asilo.
Asselborn defendió los esfuerzos que está haciendo la muy criticada Grecia para afrontar la llegada masiva de extranjeros y apuntó al problema de fondo al que hasta ahora se ha prestado poca atención desde Europa: el hecho de que muchas de las personas que llegan no tienen derecho a protección internacional y a menudo es imposible devolverlas a sus países. “¿Cómo? ¿Adónde retornarlas? Si no hay acuerdo con su país de origen, no es posible. Grecia sufre esta situación”, recordó Asselborn. Si los flujos de llegadas no se reducen, gracias al acuerdo con Turquía, “creo que va a hacer falta mostrar cierta solidaridad con la aceptación de personas que no están cubiertas por la Convención de Ginebra” sobre asilo, planteó.