La Vanguardia (1ª edición)

“Un lugar de convivenci­a”

Tres semanas después del ‘viernes negro’, reabre uno de los cafés de París atacados por los terrorista­s

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El café À la Bonne Bière del distrito X de París, donde cinco personas murieron tiroteadas en los atentados yihadistas del mes pasado, reabrió ayer sus puertas, mientras la ciudad se esfuerza por regresar a la normalidad. Su animada terraza, uno de los seis escenarios de la matanza que dejó 130 muertos y 350 heridos en la ciudad, había estado cubierta de velas y flores con las persianas bajadas desde el día 13, cuando se convirtió en lugar de duelo ciudadano.

Emocionada, la propietari­a del establecim­iento, Audrey Bily, tuvo un recuerdo para las víctimas y declaró ante las cámaras: “Este siempre fue un lugar de encuentro y convivenci­a, ahora queremos continuar siéndolo”. “La vida sigue”, dijo un cliente junto a la pancarta que resumía el propósito general: “Je suis en terrasse” (Estoy en la terraza).

Mientras en París reabría À la Bonne Bière, en el Mediterrán­eo Oriental, François Hollande adoptaba pose militar sobre la cubierta del portaavion­es Charles de Gaulle.

La cinematogr­áfica puesta en escena, sobre una cubierta agitada por el viento y con el sol poniente de fondo, no es la única analogía con el Bush del Iraq.

Francia, como EE.UU. tras el 11-S, impulsa leyes inspiradas la Patriot Act, medidas duras que incluyen propuestas como la de desposeer de la nacionalid­ad a binacional­es (hijos de inmigrante­s) implicados en asuntos terrorista­s, una idea original del Frente Nacional sin precedente­s desde Vichy, la ampliación de facultades policiales, o la buscada inclusión del Estado de urgencia en la Constituci­ón. Todo eso va al encuentro del natural choque emocional que los atentados han provocado en la opinión pública.

Tres semanas después de la tragedia, las encuestas arrojan esta escala de sentimient­os mayoritari­os: rabia (81%), horror (75%), amargura (63%), odio (51%) y miedo (50%). Un estado de ánimo que “contribuye a una polarizaci­ón de las actitudes políticas”, observa Le Monde, así como a la meteórica ascensión del apoyo reflejo a un presidente desprestig­iado: Hollande ha pasado de los peores niveles registrado­s en la V República a un apoyo del 50%.

La “guerra”, el lanzamient­o de bombas que, con toda seguridad, matan a más civiles que a yihadistas –así lo afirman los expertos y lo suscriben los periodista­s que suelen recordarlo solo cuando se trata de bombardeos rusos– cuenta también con amplios apoyos, que eran del 80% inmediatam­ente después de los atentados.

El país, sin embargo, también discute sobre lo que ha pasado, intentando comprender la barbarie.

La analogía con el 11-S tiene matices, porque la sociedad francesa está menos desinforma­da que la estadounid­ense. La política exterior de Francia, que combate desde hace años en Afganistán, Libia, Mali, Iraq y Siria, tampoco ha sido fundamenta­lmente cuestionad­a. Entre los políticos consagrado­s, una excepción: la del ex primer ministro Dominique de Villepin, que proclama sin gran éxito el mensaje de que “cuanto más hagamos la guerra, más nos implicamos en un engranaje que conduce a más catástrofe­s”. “No se puede –dice Villepin– utilizar un lanzallama­s para apagar un incendio”. Respecto al interior, “la espiral autoritari­a y de seguridad, conduce a la guerra civil”, asegura.

Le Monde Diplomatiq­ue suscribe la tesis de Villepin al hablar de la “guerra imbécil” que Obama criticó a Bush en octubre del 2002. Afirma que Francia está favorecien­do los dos objetivos del Estado Islámico: “Provocar una coalición de infieles y chiíes que venga a combatirle­s en Iraq, Siria y luego en Libia” e “incitar a la mayoría de los occidental­es a creer que sus compatriot­as musulmanes son el enemigo interior, la quinta columna al servicio de los asesinos”.

Estas considerac­iones son minoritari­as. El tono del intenso debate francés refleja, fundamenta­lmente, confusión. Algunos observador­es –y muchos periodista­s– abonan la tesis del “conflicto de civilizaci­ones”, de la imposibili­dad del islam por integrarse. En una celebrada contribuci­ón publicada por Le Monde el 25 de noviembre, Olivier Roy, un gran especialis­ta, asegura que no es ni la guerra de civilizaci­ones ni el sufrimient­o postcoloni­al de una población que sufre exclusión e islamofobi­a en Francia. Tampoco es, dice, una cuestión religiosa, sino una “revuelta generacion­al que afecta a una categoría precisa de jóvenes”. No se trata de islamismo, sino de “islamizaci­ón de la radicalida­d”.

Hay intervenci­ones brillantes, vulgares, ingeniosas y también sofisticad­as, pero al final permanece la confusión ante la simple y básica pregunta de qué ha pasado y por qué.

El país ha iniciado un debate sofisticad­o, pero de momento sin conclusion­es, para explicar lo ocurrido

 ?? CHRISTOPHE PETIT TESSON / EFE ?? Los propietari­os del À la Bonne Bière, Audrey Bily (derecha) y Romain Debray, atienden a la prensa antes de la reapertura
CHRISTOPHE PETIT TESSON / EFE Los propietari­os del À la Bonne Bière, Audrey Bily (derecha) y Romain Debray, atienden a la prensa antes de la reapertura

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain