Corbyn supera su primer desafío electoral como líder del Labour
En circunstancias normales, una victoria laborista en una elección parcial en Oldham (suburbio de Manchester) no sería noticia. Pero esta vez se ha tratado de un referéndum sobre el liderazgo de Jeremy Corbyn, que ha obtenido un sí rotundo en su primera cita con las urnas. Su grupo parlamentario quiere cargárselo, pero los votantes del partido no han perdido todavía la fe en él y lo que representa. El Labour conservó sin ningún problema el escaño de la deprimida localidad del norte de Inglaterra, con un notable componente de voto étnico y una significativa comunidad de origen paquistaní.
Su candidato Jim McMahon obtuvo el 62% de los votos, casi el triple que el representante del UKIP, su principal rival, y nueve veces más que los conservadores. Ello, a pesar de que los analistas pronosticaban una elección muy reñida y contemplaban una posible sorpresa. Para Corbyn se trata de un balón de oxígeno muy bienvenido después de una semana difícil en la que ha sido atacado desde múltiples flancos por su pacifismo, su oposición a que las fuerzas de seguridad disparen a matar contra supuestos terroristas y a los bombardeos de territorio sirio. En Oldham, un electorado en su mayor parte de clase trabajadora refrendó sin embargo su posicionamiento contra la política de austeridad del gobierno Cameron, la aniquilación del Estado de bienestar y la estrangulación económica de los ayuntamientos por parte de Londres. Para incrementar tras los atentados de París el presupuesto de defensa, los tories han recortado en un cincuenta por ciento los fondos municipales con que se financia la policía local, los centros de asistencia a discapacitados, las bibliotecas y polideportivos.
Una derrota o una victoria raquítica en Oldham habría sido el pretexto perfecto para que el ala derecha del Labour pidiera la dimisión de Corbyn como un líder incapaz de llevar al partido al nirvana electoral. Lo que hace el resultado es confirmar que el grupo está fragmentado en dos, por un lado el de los militantes, los sindicatos y los votantes jóvenes, críticos de la política convencional y que entroncaría a grandes rasgos con la línea de Podemos en España, y por otro el de los herederos de Tony Blair, partidarios de posicionarse en el centro derecha y adoptar muchas de las políticas conservadoras como única manera de llegar a Downing Street.
Desgraciadamente para el laborismo, el perfil del conjunto del electorado británico no es el de Oldham, y el partido está si cabe más lejos de recuperar el poder que en las elecciones del pasado mayo, en las que los tories obtuvieron una inesperada mayoría absoluta. Sus votantes aprueban la gestión de Corbyn, pero los del resto de partidos desconfían de él por su pacifismo y su socialismo.