Cómo me gusta ‘la Juani’
Alicia Sánchez-Camacho (PP) y Anna Simó (ERC) se pasearon ayer por el mercadillo de Bellvitge para pedir el voto. Antes la mercancía más vendida eran los
packs de ropa interior masculina que compraban las previsoras señoras del barrio, ahora las vendedoras ambulantes pregonan incansables la cantinela “el wonderbra, reina, tengo el wonderbra...” Los tiempos cambian, pero no tanto. El voto de Bellvitge, como metáfora de todo el área metropolitana, sigue siendo un apetitoso caramelo. Pocas horas después del paseíllo de Sánchez-Camacho y Simó cual sultanas de mercadillo –que diría Ojos de Brujo–, Pedro Sánchez aterrizaba en el barrio y hoy lo hará Pablo Iglesias.
Jordi Pujol siempre lo tuvo claro. Por eso encargó al conseller Antoni Comas infiltrarse en territorio hostil. El PSC se enseñoreaba entonces de sus alcaldías metropolitanas, afianzadas con la dignificación de los barrios en los que recaló la inmigración de los años 50 y 60. Pujol no desfalleció en la tarea de derribar ese dominio y visitaba los Bellvitge a menudo. En 1995 logró su mejor resultado en ese barrio con 2.975 votos (el PSC obtuvo 3.705 en las elecciones de 2012). Al expresident siempre le pareció que la hegemonía del nacionalismo catalán nunca sería completa sin convencer a los hijos de aquellos inmigrantes.
Por eso, a Pujol le fascinaba la Juani .La heroína de arrabal retratada por Bigas Luna, hija de inmigrantes, escolarizada en catalán pero empeñada en usar/maltratar el castellano con desparpajo y dotada de una envidiable determinación desperdiciada en la ilusión de ser famosa. “Yo, que soy un nacionalista catalán, he admirado mucho a los padres de las Juanis. Gente que ha trabajado en la Seat, que tiene una historia sindical, que ha promocionado a su familia… Viven discretamente, tranquilos. Sus hijos pueden ser la
Juani o el director del hospital de Bellvitge”, decía Pujol. El ascensor social era la clave, la herramienta para convertir a la nueva generación de esos barrios en una clase media que un día votaría a CiU.
Pero el ascensor social se estropeó. O dejó de subir hasta los pisos más altos. Muchos votantes de los barrios metropolitanos abandonaron desencantados al PSC. Bastantes se pasaron a Ciutadans. Lo sabe bien Núria Marín (PSC), alcaldesa de l’Hospitalet, donde Ciutadans ganó las elecciones de septiembre. Ahora irrumpe además la competencia de Podemos. En Bellvitge no se habla de En Comú Podem. Se habla de Podemos. El voto a Pablo Iglesias en ese barrio no es independentista. En cambio, la marca catalana sí flirtea con el soberanismo para atraer a clases medias de determinados distritos de Barcelona, muchos exvotantes de ICV. A Pujol le gustaban las Juanis ,no los okupas: “Los que simpatizan con los okupas son gente de casa bona”.
Aunque en las llamadas plebiscitarias de septiembre el independentismo no llegó al 25% en l’Hospitalet, ahora es Oriol Junqueras quien está decidido a
pujolear por el área metropolitana. En el 2012, ERC tuvo en Bellvitge 655 votos, su segundo mejor resultado. Decía Pujol justo antes de caer en desgracia que el gran éxito del soberanismo es que haya
“chonis y gente que apellida Fernández”. Junqueras ha puesto como candidato al Congreso a un joven de apellido Rufián que habla en castellano y pertenece a Súmate, entidad independentista de castellanohablantes, que ejerce la misma misión que en su día llevaba a cabo el conseller Comas. ERC intenta aprovechar que Artur Mas no se ha prodigado precisamente por Bellvitge ni parecen interesarle en absoluto las Juanis.
Camacho y Simó se pasean cual sultanas de mercadillo por Bellvitge, metáfora del voto metropolitano