“Abren las puertas de su casa y alojan a un completo extraño como tú”
Silvia Gracia, trotamundos
No quería llegar a los ochenta años y lamentar no haber culminado algún deseo por falta de tiempo o valor. Silvia Gracia dejó pasar la minoría de edad de sus hijos pero con la vista puesta en la fecha del 2013 cuando su hija pequeña, Grace, cumplía los 18 y empezaba la universidad. Llegó la fecha, empacó sus muebles y pertenencias en un almacén, alquiló su casa y preparó la maleta con la ropa que pensaba que necesitaría en los dos siguientes años. Y se sumó a la riada de trotamundos que caminan por el planeta. Tenía 51 años, estaba sola, y atrás quedaba el Londres lluvioso en el que había vivido en los últimos 30 años.
Con los puntos de British Airways, acumulados durante varios años con el uso de la tarjeta de crédito y las webs del último minuto, obtuvo casi todos los vuelos del viaje. Con el alquiler de la casa, pagó la mayoría de gastos. Aun así el presupuesto se resentía en hoteles y albergues. Durante el viaje, en el que pisó todos los continentes excepto África, conoció las webs de alojamiento altruista. Gente que deja su casa sin recibir nada a cambio.
¿De qué formas se ha alojado durante el viaje?
De todas. Hasta en pequeños hoteles de lujo algún día. En general, en hoteles modestos, albergues, casas de amigos y en casas de particulares, mediante webs.
¿Cómo funcionan esas webs?
El Airbnb es un bed and breakfast de particulares. A cambio de un módico precio ocupas una habitación en una casa particular. El Couchsurfing es gratis. Te registras en una web con un perfil detallado. Allí aparecen también los anfitriones y la descripción de lo que ofrecen: el suelo, el sofá cama o una habitación. Y los comentarios de anteriores huéspedes.
¿Con cuánto tiempo reservaba?
No hay un tiempo establecido. Yo las miraba con un mes. Las ciudades importantes tienen mucha demanda. Yo, además, siempre quería habitación propia y lugar céntrico, así que era más difícil aún. Y no todos los anfitriones responden rápidamente. Vi que funcionaba mejor si en la carta de solicitud incluía algún comentario que demostraba que había leído el perfil del anfitrión.
¿Cuánto tiempo se puede permanecer en la casa?
Normalmente se solicita una estancia corta, de unos pocos días, que se puede alargar después. Yo lo hice. Para un anfitrión es difícil aceptar periodos prolongados sin
conocer de nada a la persona.
¿En qué países lo utilizó?
Básicamente en Australia, Japón, Canadá y Estados Unidos.
¿No tuvo miedo?
No. La gente es amable y cálida. Suelen ser muy jóvenes, tanto los que ofrecen su casa como los que viajan. Parece increíble pero hay personas en el mundo auténticamente generosas, que abres las puertas de su casa, que confían plenamente en un extraño y lo hacen sin esperar nada a cambio.
¿Mantuvo relación con los anfitriones o sólo usó la casa?
De todo, hay quien te da la llave de su casa y desaparece. Otros sienten curiosidad por lo que haces, te informan de lugares, te llevan en su tiempo libre. A la mayoría les invité a tomar una cerveza. Y con algunos mantengo aún contacto. Uno de mis anfitriones visita Londres en primavera y se alojará en mi casa.
Viviría situaciones curiosas con desconocidos.
Tengo muchas anécdotas. El vuelo de Bali a Australia se retrasó y estaba previsto que llegara a Darwin a media noche. Así que escribí a mi anfitrión y le dije que ese día no me esperara. Al llegar, me sorprendió oír: “¿eres Silvia?” Dijo que como era mi primera visita a Australia y la primera vez que usaba este servicio, no quería que me sintiera decepcionada. En otra ocasión, me alojé durante semanas –descubrí que hay que descansar del viaje turístico con tiempos largos de descanso en una misma ciudad– en casa de una pareja en Austin (Texas). Casi no los vi. Jugaba con su perro y veía la televisión. Solía mirar la serie Castle. Semanas después me alojé en casa de una chica india en Los Ángeles que resultó ser la actriz casual de un episodio que yo había visto en Austin.
Ahora que ya está usted en Londres, ¿será anfitriona?
¡Claro! He tenido muchísima suerte en todo el viaje, la gente me ha abierto sus puertas e invitado a sus casas, es justo que yo haga lo mismo.