La Vanguardia (1ª edición)

Juan Diego Flórez se desata

El tenor resplandec­e en su debut dramático como Edgardo en un abarrotado Liceu

- Maricel Chavarría

Podría haber quedado en una noche atlética la de ayer en el Liceu. En una pura exhibición de habilidade­s vocales, de esas que a veces encajan con el repertorio belcantist­a. La exhibición, en este caso, era la del gran tenor lírico ligero que aprovecha el cambio fisiológic­o de una incipiente madurez para enfrentars­e a registros más dramáticos. ¿Saldría airoso Juan Diego Flórez de su hazaña?

No era poca la expectació­n mundial que había despertado el divo peruano en su debut en el papel de Edgardo, el galán de esta sublime Lucia de Lammermoor que compuso Donizetti cuando, retirado Rossini y a punto de fallecer Bellini, brillaba en solitario en el firmamento de la ópera italiana. Y lo cierto es que el estreno de ayer en la Rambla de la producción de la Ópera de Zúrich que firma Daminano Michielett­o fue algo más que una carrera de pura sangres.

Aún siendo muy consciente de lo alargada de la sombra de sus predecesor­es, a Juan Diego Flórez no se le vio anoche con ningún ánimo de competir, al menos no en su nueva condición de tenor dramático. Se podía medir, que duda cabe, con el incomparab­le Alfredo Kraus, por ejemplo, cuyos pasos sigue de cerca, y algo menos con el chorro de voz de Luciano Pavarotti, dos de los tenores que más han impactado al cantante peruano. Pero en el preciso momento en que se impuso la belleza de su voz, con esa total naturalida­d, esa facilidad con la que el sonido emana de la profundida­d de su ser, toda comparació­n resultó odiosa y ese público aficionado al cotejo sólo tuvo oídos para él: Flórez en actitud amorosa, Flórez por los suelos siendo pateado por los invitados a la boda de su amada, Flórez llorando a pie de tumba, o dándose muerte con una daga... Bueno, sólo oídos para él y para Elena Mosuc, notabilísi­ma Lucia.

Injusto, ¿verdad?, que una ópera que al fin y al cabo pasó a la historia por esas arias de lucimiento de sopranos de coloratura quede esta vez en el Liceu como “el reto de Flórez”. Está claro que en el mundo operístico siguen privando los divismos, què hi farem! Porque también la soprano rumana tenía difícil hacer olvidar a las grandes Lucias: Mariela Devia, sin ir más lejos, quien la cantó con Kraus en Roma hace un cuarto de siglo, si bien esa terrible comparació­n ya la soportó Mosuc en la Lucia que cantó junto al tenor canario, un año antes de que éste falleciera.

Sí, ya en el aria “Ancor non giunse!” del primer acto llevaba ayer la soprano rumana todas las de ganar, y de ganarse al público. A solas, y a pesar de su canto algo afectado, Mosuc hizo brillar este exigente Donizetti como la enloquecid­a Lucia, la joven escocesa –La novia de Lammermoor de Sir Walter Scott– que es víctima del engaño de su hermano Enrico para casarla por convenienc­ia y alejarla de su amado Edgardo. Entregada a la música –no en vano ha demostrado en una tesis que la locura en algunas óperas se lee ya en la partitura, sin necesidad de texto–, Mosuc trascendió el artificio. Y hasta hizo comprender por qué en la Italia novecentis­ta se pirraba la gente por el folclore y la mitología de Escocia, por lo romántico de las guerras y enemistade­s de su cultura. Pues Enrico y Edgardo pertenecen a clanes distintos.

El tenor peruano recuerda que el primer Edgardo de la historia, el tenor francés Gilbert Duprez, había hecho antes mucho Rossini, lo que de algún modo le da a él una pauta. “Nadie tiene la varita mágica de cómo se hacían entonces las cosas”, dice Flórez. Su aspiración es hacer justicia a la música.

Con un 95% de ocupación (que en un inicio de puente es el no va más), el Liceu demostró anoche que está realmente sacando la cabeza en lo que va de temporada, aunque sea apoyándose en nombres propios que revientan bien la taquilla: sucedió con Terry Gilliam como reggis-

El público agasaja al tenor en los siete minutos de aplausos, en los que Elena Mosuc recibe el calor de la sala por su virtuosa Lucia de Lammermoor

ta de Benvenuto Cellini, y ahora con el siempre inalcanzab­le Juan Diego Flórez como tenor protagonis­ta. Al teatro de la Rambla le deberían

temblar las piernas ante semejante ocasión, pues este es un debut operístico de los que hacen historia. Máxime en un papel complicado: “Uno pone toda la pasión e ilusión, porque si visitas YouTube te entran ganas de salir corriendo”, decía Ismael Jordi, el Edgardo del 2º reparto, refiriéndo­se a las grandes voces que han lucido como Edgardo.

Otros debuts históricos –a veces extraños– ha vivido el propio Liceu. Montserrat Caballé debió despertar curiosidad en su primera Cleopatra de Händel (1982), papel que hizo cual heroína belliniana, con pasajes fuera de estilo... Y fuera del Liceu, cabe recordar el modo en que Pavarotti dejó rendido al Metropolit­an de Nueva York ese mismo año en su debut mozartiano, con la muy barroca Idomeneo, un atrevimien­to que prefirió no repetir (aunque lo grabó al año siguiente en Viena). También la Callas cantó una sola vez Nabucco, o la Sutherland grabó Turandot sin llegar a cantarla en vivo. Plácido Domingo es otro

cantar: su debut en un papel baritonal también fue seguido muy de cerca por la comunidad internacio­nal operática, un cambio de voz de una carrera en su recta final que sin embargo sigue en la brecha: hace tres días los titulares le anunciaban en el papel de barítono en Macbeth.

Con todo, el de Flórez es un cambio con un largo recorrido por delante. Dice que no le preocupa perder sus agudos ágiles dando ahora cancha a esta aventura dramática. Lo siguiente es estrenarse en un papel romántico como el de Werther junto a Joyce Didonato.

Y Como actor también tiene una buena pista que recorrer. Anoche, en la torre torcida de ocho metros que ha diseñado Paolo Fantin para Lucia de Lammermoor, símbolo del tambaleant­e mundo de los clanes familiares, Flórez se veía algo estático, al menos en contraste con los corrillos que se daba Lucia, hasta suicidarse desde una rampa, a cinco metros de altura. El tenor, sin embargo, fue ganando en soltura y estuvo más atrevido de lo normal. Aún resuenan los ¡bravi! Se llevó un minuto de aplausos aún no acabada la ópera, y el calor humano se podía cortar cuando salió al final a saludar. Mosuc recibió también lo suyo en estos siete minutos de aplausos, así como el bajo barítono Simón Orfila, increíble en su papel de cura. El coro, acertado de nuevo, y honores para el fiable maestro Marco Armiliato y la orquesta del Liceu.

 ??  ?? Juan Diego Flórez y Elena Mosuc en el dúo entre Edgardo y Lucia con el que ayer sedujeron al público del Gran Teatre del Liceu en Lucia de Lammermoor
Juan Diego Flórez y Elena Mosuc en el dúo entre Edgardo y Lucia con el que ayer sedujeron al público del Gran Teatre del Liceu en Lucia de Lammermoor
 ??  ??
 ?? ANTONI BOFILL / LICEU ??
ANTONI BOFILL / LICEU

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain