La Vanguardia (1ª edición)

“¡Bienvenido a España!”

- David Carabén

Tengo un amigo que cada vez que ve un acto de violencia gratuita en un terreno de juego me hace reír recordando una anécdota. Savio Bortolini era un mediapunta brasileño muy hábil, rubio y con cara de niño, que fichó por el Madrid la temporada 97-98. El día de su debut en la Liga, en el Benito Villamarín, en una de sus primeras acciones, recibió una entrada salvaje de Márquez en el centro del campo. “Bienvenido a España”, gritó José María García.

En esta hilarante celebració­n de la hosquedad ibérica debería haber mucho sarcasmo, pero también se intuye resignació­n ante un cierto orgullo patrio. En una mezcla parecida ya podíamos encontrar esta combinació­n, de niños, en los cómics de la editorial Bruguera. Ahora, de mayores, la vemos en filmes de Santiago Segura. Pero la reivindica­ción orgullosa de la chapucería no es una exclusiva hispana. Dicen que el entrenador que inventó el catenaccio, el italiano Nereo Rocco, le dijo a uno de sus defensores: “Reparte patadas sobre todo lo que se mueva encima del césped. Si es la pelota, paciencia”. Y el argentino Carlos Bilardo, satisfecho, en rueda de prensa: “Yo digo que al adversario ni siquiera se le dé agua. El fair play es un invento de los británicos”.

En esta versión futbolera del “¡Qué inventen ellos!” unamuniano nos pasamos la infancia, viendo como el jugador creativo y técnico siempre venía de fuera y acababa por el suelo, mientras aquí se ponía en un pedestal a los leñeros. Los titulares de la prensa deportiva iban cargados de metáforas bélicas y el hecho de tener cojones o no tener alimentaba declaracio­nes de jugadores, entrenador­es y directivos. Pero entonces ocurrió la tragedia de Heysel, que cambió muchas cosas. Y en el podio

El jugador creativo siempre venía de fuera y acababa por el suelo mientras los leñeros estaban en un pedestal

del fútbol español se relevaron dos equipos exquisitos a nivel técnico: la Quinta del Buitre y el Dream Team. Y con este, claro está, llegó la revolución del 4: Cruyff puso a un escuálido por delante de la defensa al objeto de que, en vez de repartir leña, repartiera juego. Con el paso de los años, la furia española fue dando paso al tiqui-taca y el“espíritu de Juanito” al “Iniesta de mi vida”. Todavía hoy en día, vete a saber por qué, la Wikipedia reconoce el España-Malta del 21 de diciembre de 1983 como uno de los partidos más importante­s de la historia del fútbol español. Lo pensaba el otro día, mientras leía las burradas que ha dicho esta semana el héroe de aquel partido, Hipólito Rincón, sobre Neymar. Quizás ya ha llegado el momento de que alguien diga que, en realidad, fue un partido vergonzant­e. Sin ningún tipo de épica, sino es la perturbada del abusananos. La selección española humilló el equipo de Malta con uno rotundo 12-1 para clasificar­se por la Eurocopa de 1984. La Malta de entonces tenía 329.189 habitantes. España, unos 38 millones.

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