La actriz que ya actúa como la primera dama
LA ACTRIZ JULIE GAYET, AMANTE CLANDESTINA DEL PRESIDENTE FRANCÉS, FRANÇOIS HOLLANDE, YA EJERCE DESDE LA SOMBRA SU INFLUENCIA POLÍTICA A PESAR DE QUE MANTIENE UNA CALCULADA DISTANCIA OFICIAL
Las gestiones de Gayet aceleran los proyectos, pero a la vez todo son sospechas de conflictos de interés, dice su socia “Coger una cámara es un acto político”, asegura Gayet, cuya productora financia cintas comprometidas
Julie Gayet jamás utiliza la puerta principal del Elíseo. Prefiere entrar por un discreto acceso trasero, a través de la verja de los jardines del palacio presidencial. Toda una metáfora. La intérprete acostumbrada a pisar la alfombra roja se empeña en mantener su idilio al margen de la rimbombante puesta en escena de la República. Con su belleza, glamour y porte aristocrático, podría ser una primera dama de cine...
Sin embargo, se niega a entrar en el juego de consorte, por más que su novio sea el mismísimo jefe del Estado. Teme perder su identidad artística, el espacio que se ha ganado a pulso –como actriz y productora– en el séptimo arte. Le pasó a Carla Bruni. A la cantante y ex top model, el matrimonio con el expresidente conservador Nicolas Sarkozy le salió caro. La que fue musa de la gauche caviar obtuvo una notoriedad mundial, pero su último álbum generó más morbo que ventas.
Gayet sabe bien que es un papel efímero, y de alto riesgo. Su antecesora en el corazón de Hollande, la periodista Valérie Trierweiler, que montó su propio gabinete en el Elíseo, tan solo duró 18 meses. Nunca se ganó la simpatía de los franceses y, al hacerse pública la infidelidad de Hollande –cazado por un paparazzi acudiendo a sus citas amorosas–, se vio expulsada del palacio, de las cenas de gala y los viajes oficiales.
Con tales antecedentes, es lógico que Gayet ande con pies de plomo. Ella y el presidente quieren ofrecer la imagen de una pareja moderna e independiente, en la que cada uno se consagra a su profesión. La legislación francesa se lo pone fácil: formalmente, el puesto de primera dama no existe. Otra cosa es que esta simpatizante socialista resista la tentación de aprovechar su posición para influir en la acción política de Hollande, de 61 años, 18 mayor que ella. Según el magazine Le
Nouvel Observateur, la actriz carece de despacho en el Elíseo, pero no se priva de ejercer de primera dama en la sombra.
El semanario progresista dibuja el perfil de una mujer con carácter, feminista, bobó (burguesa bohemia) muy bien conectada con el poder económico, y aficionada a organizar cenas para relacionar a personas con intereses afines. Algunas de estas cenas, que habitualmente tenían lugar en el loft que posee la actriz en el distrito 11 de París, se celebran ahora en el Elíseo. Entre los invitados, el rapero y actor Joey Starr, personaje irreverente que, de no ser por Gayet, difícilmente se habría sentado a la mesa del jefe del Estado. Starr es compañero de reparto de la actriz en un episodio de la serie televisiva Dix
pour cent, basada en el libro autobiográfico del conocido agente artístico Dominique Besnehard, que relata las tribulaciones de unos agentes a la hora de lidiar con las neurosis, caprichos y secretos de las actrices a las que representan. Los actores invitados interpretan su propio papel en un guión que mezcla ficción y realidad. En una secuencia cargada de ironía, un paparazzi roba una imagen de Gayet y el rapero en situación comprometida, pero la actriz atrapa al indiscreto fotógrafo y le arrebata el cliché.
¿Habría protagonizado un episodio de la popular serie si no fuera la compañera de Hollande? ¿La revista Grazzia le habría dedicado la portada y una larga entrevista para hablar de su visión del cine? Antes de saltar a las páginas de la prensa rosa, Gayet era considerada una buena actriz, muy apreciada en el mundillo, pero poco conocida del gran público.
Su exmarido, el escritor y cineasta Santiago Amigorena, con el que tiene dos hijos, rememora en un libro la frustración de la actriz a la espera de ese papel que la haría triunfar. Hace ocho años, Gayet optó por crear su propia productora, Rouge International, a la que consagra gran parte de su energía y con la que financia películas comprometidas. “Coger una cámara es un acto político”, sostiene.
Para buscar fondos, no duda en echar mano de contactos de altos vuelos como el patrón del segundo grupo de lujo de Francia, François Pinault. Su familia conoce bien al empresario, que compró el negocio de importación de madera de su tío abuelo. De hecho, el padre de Gayet, Brice, reconocido cirujano que asesoró al exministro socialista de Sanidad, Bernard Kouchner, conoció a Hollande antes de que este frecuentara a su hija. Pinault, que tiene una modesta participación en la sociedad de Gayet, le ha prestado importantes sumas para sus proyectos cinematográficos. A partir del 2013, el negocio se amplió para convertirse en Rouge Holding, firma que agrupa productoras de música, cine y edición, con dos importantes hombres de negocios libaneses como asociados.
Según Le Nouvel Observateur, la mujer que susurra a los oídos del presidente ha ejercido un papel clave en la decisión de Hollande de parar la iniciativa de algunos miembros del Gobierno de reintroducir la publicidad a partir de las ocho de la tarde en la televisión pública. La Sociedad de Autores-Realizadores y Productores, de cuya directiva forma parte Gayet, lo veía como “una amenaza para la creación”. Señala también a la actriz como intermediaria entre el presidente y el director de Radio France, JeanLuc Hess, que logró así evitar los recortes.
La influencia de Gayet tiene un doble filo. El hecho de que el proyecto de su sociedad fuera uno de los cuatro seleccionados por el Ayuntamiento de París, gobernado por la socialista Anne Hidalgo, para reconvertir un edificio histórico del distrito 11 en complejo cinematográfico, incendió las redes sociales. Para la ocasión, Rouge International se asoció nada menos que con el propietario de Free, Xavier Niel, y accionario de una veintena de medios de comunicación. “La aceleración de su notoriedad nos facilita la labor, pero también nos la complica. Todo el mundo sospecha conflictos de interés”, reconoce la socia de Gayet, Nadia Turincev.
Cada nombramiento en el mundo de la cultura es observado con lupa. Frente a los recelos, la actriz defiende su derecho al silencio. “Mi elección es no tomar la palabra porque se utiliza para perjudicar a alguien”, declaró a Le Monde. En cambio, sí acepta entrevistas para hablar del lugar de las mujeres en el cine. “Hay que asumir la feminidad y no intentar imitar a los hombres”, aconseja.