El chavismo se queda solo
El movimiento venezolano ha perdido gran parte de su influencia en América Latina
Pierda o no el chavismo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, su ciclo de hegemonía parece agotado. Y no sólo a nivel doméstico. En la esfera internacional, su influencia también decae. El régimen de Caracas ya no tiene recursos para seguir alimentando las alianzas con la izquierda latinoamericana y sostener el bloque de resistencia frente a Estados Unidos que construyó en la región.
El movimiento bolivariano tampoco cuenta ya con el carismático Hugo Chávez, cuyo liderazgo no ha podido ser reemplazado por su sucesor, Nicolás Maduro. La muerte del caudillo marcó el principio del fin de la “marea roja”, que en la primera década del siglo inundó de populismo varios países del continente. El ascendente de Chávez, que financió a sus socios en América Latina, tuvo un efecto dominó y llevó al poder a las llamadas fuerzas anticapitalista en Argentina, Brasil, Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Perú, y Uruguay, entre otros.
En la era de las vacas gordas, el desaparecido presidente venezolano practicó de forma intensiva la diplomacia petrolera, enviando 200.000 barriles diarios de crudo subsidiado a 13 naciones de la cuenca caribeña, incluida Cuba, a cambio de apoyo político en las Naciones Unidas y otros foros multilaterales. El coste de la aventura bajo las siglas de Petrocaribe es un misterio, aunque una estimación de la agencia Associated Press ofrece algunas pistas: tan solo en el año 2007, Venezuela comprometió al menos 8.800 millones de dólares en ayuda, financiación y fuentes energéticas baratas para terceros países.
El reciente giro político y los casos de corrupción que experimentan dos gigantes de la región, ahondan la flaqueza chavista. Tras su victoria electoral en Argentina, el presidente electo de centro derecha Mauricio Macri, inauguró la guerra fría con Caracas y anunció que pedirá la suspensión de Venezuela como miembro del Mercosur por su deriva antidemocrática. Macri barría la alianza incondicional de sus predecesores, el matrimonio Kirchner, con el régimen bolivariano.
En Brasil, la presidenta Dilma Rousseff ha dejado de ser un activo para la revolución: atrapada en una profunda crisis económica, enfrentará un juicio político por su presunta implicación en el escándalo de corrupción que afecta a la petrolera estatal Petrobras.
Por si fuera poco, el cemento ideológico que mantenía unida el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, creada por Chávez para promover el socialismo) se ha quedado sin argumentos. El giro en la política de EE.UU. hacia Cuba y el posterior restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana vació de contenido la narrativa anti yanqui del gobierno de Caracas, que ya no puede hacer causa común con sus mentores de la isla en el frente de batalla contra el imperio y pierde margen de maniobra. América Latina toma nota.
Macri ha roto la larga alianza argentina con Maduro, y la brasileña Rousseff ya no es un apoyo ejemplar El giro de Washington hacia Cuba deja al chavismo sin apoyos en la lucha contra ‘el imperio’