La ultraderecha al asalto regional
Francia celebra hoy la primera vuelta de unas elecciones regionales marcadas por el endurecimiento interno
De nuevo el Frente Nacional en el centro del escenario. En esta Francia confundida, dominada por el dolor y la rabia (“rabia” es el sentimiento que declaran sentir sus ciudadanos en un 81%), sumida en la retórica de guerra y del endurecimiento interno con el que su gobierno intenta responder a la amenaza yihadista, la ultraderecha se siente cómoda.
Se diría que los atentados y la respuesta que han suscitado acomodan a la única fuerza en alza de su espectro político. Las encuestas revelan que ya no es “el paro”, sino “la seguridad”, lo que los franceses identifican como primera preocupación. A eso responde el Gobierno, lanzando más bombas en Siria y dando más poder arbitrario a su policía contra morenos, musulmanes y marginados del extrarradio, un escenario ideal para el Estado Islámico, dicen algunos. En todo caso ideal para la ultraderecha: ese es su terreno. La mano dura sin matices, el discurso acorazado.
El prestigio del presidente François Hollande ha subido veinte puntos en ese ambiente, pero lo que para los socialistas podría ser un efímero suflé, para la ultraderecha del Frente Nacional es tendencia consolidada: ¿para qué apoyar a los imitadores, cuando la mano dura tiene una marca registrada conocida, xenófoba, heredera de Vichy y con pretensiones de antisistema?
En seis de las trece regiones de Francia, las encuestas señalan al Frente Nacional como ganador en la primera vuelta. Si en las regionales del 2010 cosecharon un 11%, y en las europeas del pasado mes de mayo alcanzaron el 25% (“el primer partido de Francia”, dijeron), ahora los sondeos les dan un 30% y la posibilidad de ganar en una o dos regiones en la segunda vuelta.
La explicación de esa diferencia entre el dominio en casi la mitad de las regiones en la primera vuelta y solo una o dos victorias en la segunda, es el conocido sentimiento de alergia que el FN suscita en una mayoría de franceses.
En condiciones de Estado de urgencia, con el trauma de los atentados y la certeza de que habrá más, cuando dos tercios de los franceses creen que los políticos hacen más por los inmigrantes que por ellos, es la erosión de esa
En seis de las trece regiones de Francia, las encuestas señalan al FN como ganador en la primera vuelta
alergia, ese valioso anticuerpo ante la ultraderecha, lo que se va a medir y está en juego.
“Ayer fueron las ciudades, ahora tocan las regiones y mañana será el país entero”, dijo en su último mitin Marine Le Pen, la presidenta del Frente Nacional. “El Gobierno –añadió satisfecha– está usando nuestro discurso”. Un principio de victoria hacia el objetivo. ¿Cual es ese objetivo?: “El 51% en la primavera del 2017”, responde el número dos del partido, Florian Philippot, el ideólogo cuya misión se centra, precisamente, en limar poco a poco la mencionada alergia. Quedan 16 meses hasta las presidenciales del 2017 y el FN es la única fuerza política que progresa.
“Es lo nunca visto en la historia política francesa: en menos de una década un partido marginal se ha convertido en central”, dice Guillaume Tabard, comentarista de Le Figaro.
La ultraderecha avanza en territorios inéditos; en las universidades, entre los empresarios... poco a poco logra ser vista como una fuerza normal por más y más sectores, pero una cosa es segura: el Frente Nacional no es algo genial. La inconsistencia de su programa es manifiesta y sus líderes, que van aprendiendo, no son pesos pesados. Mucho de su éxito se explica por el fracaso de los demás, un fracaso de treinta años, acumulado e inercial.
¿Donde están los demás en estas elecciones? Los Republicanos de Sarkozy, que desde 2010 sólo gobiernan una región, pensaban arrollar. Ahora no están tan seguros. El Partido Socialista está resignado a sufrir su cuarta debacle electoral consecutiva desde el 2012. Y la izquierda se ha suicidado, presentándose dividida en un rosario incomprensible de candidaturas. “Es la hora del etnicismo y de la ideología de la seguridad, fundamento de la ultraderecha”, explican sus líderes en tono melancólico.