El país de Hizbulah
Algunos barriadas de Beirut son casi un micro Estado gobernado por la organización chií
La organización chií Hizbulah ha hecho de los suburbios –dahiye– de Beirut, como Burj el Brajne, una de sus bases territoriales más sólidas en Líbano. En cuarenta años, esta zona periférica, desdeñada por el Estado, ha crecido con la llegada de docenas de miles de habitantes chiíes procedentes del sur, que huían de la pobreza de la guerra de los palestinos con Israel y de sus frecuentes represalias aplastantes.
Cuando me establecí en Beirut en el otoño de 1979, había dos zonas urbanas definidas: la cristiana y la predominantemente musulmana suní. A los chiíes apenas se les tenía en cuenta. La revolución islámica de Irán de 1979, del imán Jomeini, dio un poderoso impulso a su destino económico y político. Los catapultó a la vanguardia de la historia contemporánea del Oriente Medio, en la que forman una minoría musulmana.
El tramo de la avenida del aeropuerto que atraviesa Burj el Brajne ha sido, desde hace décadas, el escaparate del poder urbano de Hizbulah, con el despliegue de sus banderas, los grandes retratos de sus líderes, y en primer lugar del imán Jomeini, de sus jefes locales, de sus mártires guerrilleros en su lucha contra Israel. A menudo este tramo de la avenida es bloqueado con neumáticos quemados por sus simpatizantes en algún enfrentamiento con el Gobierno.
La vecindad del aeropuerto le ha permitido, en ocasiones, controlarlo con sus propios agentes de seguridad. Más que el tráfico aéreo, controlaban el ir y venir de sus viajeros. La influencia del Hizbulah sobre el trasiego del aeropuerto, el único de Líbano, es un frecuente tema polémico y ha provocado graves crisis políticas como la del 2008, dos años después de la guerra con Israel.
Durante los tres lustros de la larga contienda civil libanesa, este fue un paraje maldito y uno de los lugares preferidos por los secuestradores de periodistas y diplomáticos occidentales en el oeste de Beirut.
Si Hizbulah es, de hecho, el Estado de los superpoblados suburbios donde se hacinan casi un millón de musulmanes chiíes –la minoría cristiana de los años anteriores a la guerra se trasladó a los barrios de los que se persignan con la cruz– es porque ha sabido satisfacer las necesidades de una población que siempre ha lamentado la incuria de la administración central. Organizando servicios públicos de suministro de agua, de electricidad –parcialmente gratuitos–, hospitales, dispensarios, escuelas, asociaciones benéficas y culturales, y empleando en sus empresas e instituciones a sus vecinos, se ha convertido en una fuerza imprescindible en la vida cotidiana.
Al controlar estos suburbios de aluvión, controla a sus habitantes. Uno de sus más populares servicios es la oficina Yihad el Bana, destinada a ayudar a construir o adquirir vivienda. Después de la destrucción en la guerra del verano del 2006 por los bombardeos israelíes de estos barrios y localidades fronterizas del sur, se apresuró a ayudar a los damnificados.
Hizbulah es la primera fuerza política y militar de Líbano. Mantiene a sus guerrilleros en plena forma –ya antes de su comprometida intervención en Siria al lado del presidente El Asad–, por su proclamada resistencia contra el Estado de Israel. Sin una poderosa organización de inteligencia, sin unos eficaces servicios de seguridad, no podría sobrevivir en un ambiente de amenazas de muerte y hostilidades encarnizadas. La historia del Oriente Medio de nuestros días ha precipitado la fitna o guerra entre musulmanes suníes y chiíes.
A veces he acompañado a colegas de paso o a visitantes extranjeros al barrio de Burj el Brajne. Sin permisos oficiales ni contactos con Hizbulah no es aconsejable para un extranjero –sobre todo si tiene aspecto occidental– dar demasiadas vueltas por su laberinto de calles estrechas y sin nombre. Es casi imposible para un forastero pasar desapercibido. Desde el momento en que se cruza la calle que da entrada a Burj el Brajne, es difícil escapar a su vigilancia invisible.
La proliferación de motoristas llama en seguida la atención. En Beirut siempre se había dicho que Hizbulah protegía a Líbano de los integristas suníes, de los takfiristas, antes de la fulgurante eclosión de los yihadistas del Daesh o Estado Islámico.
El atentado del 12 de noviembre en Burj el Brajne –43 muertos–, donde también hay un campo de refugiados palestinos, lo consumaron en el corazón de su territorio por antonomasia.