El Dr. Jekyll y Mister Hyde
La nueva política ha nacido en los platós televisivos. Los líderes se foguean en las tertulias y se someten al implacable dictado de las audiencias. Inevitablemente, los políticos de toda la vida, que han pasado muchas horas en grises despachos o en oscuras comisiones parlamentarias lejos de los focos, despreciados por las audiencias y sin el consuelo de las maquilladoras, se lamentan con resquemor: las tertulias se han convertido en el único ascensor de la política. Pablo Iglesias y Albert Rivera, en efecto, han alcanzado un gran reconocimiento gracias a su telegenia y a la fuerza o al ingenio de su puño verbal. Pero es Juan Carlos Girauta quien los precedió con éxito en este moderno sistema de selección. Antes de optar al Parlamento de Bruselas, Girauta fue un
JUAN CARLOS GIRAUTA
tertuliano de hierro. Un hombre de verbo temible, no solamente por su argumentación jesuítica (es decir, clara y fundamentada) o por su versatilidad temática (abogado de formación económica y, a la vez, escritor capaz de resumir el mundo contemporáneo contrastando a Nafta y Settembrini, dos personajes de La Montaña mágica de Tomas Mann). Al margen de estas virtudes intelectuales, Girauta, martillo de herejes nacionalistas en TV3 o Catalunya Ràdio y capaz de batallar en solitario contra un pleno del romanticismo catalán, era temido por su carácter volcánico. Si se estresaba o se enfurecía, Girauta mutaba ante las cámaras como Hulk, aquel personaje de cómic que, al perder el control, podía ser tan destructivo e imparable como la energía nuclear.
Culto y refinado como el Dr. Jekyll, pero, al mismo tiempo, lúgubre y desaforado como Mr. Hyde, Girauta no ha venido al mundo a hacer amigos sino a plantear batallas. Cuando lo hace pausadamente, se estará o no de acuerdo con él, pero no se le podrá negar la inteligencia. Ahora bien: cuando se deja llevar por la cólera, es inevitable revisar su crítica al catalanismo a la luz de Agustín de Hipona, que en uno de sus sermones dice: “La ira es el vástago del árbol del odio”.
Este tertuliano no ha venido al mundo a hacer amigos sino a plantear batallas