La Vanguardia (1ª edición)

El paisaje tras la riada

La capital se lame las heridas de su megalomaní­a y en el 20-D se comprobará si ha sido precursora del cambio político

- PEDRO VALLÍN FERNANDO GARCÍA Madrid

Madrid ha sufrido una riada, sí. Quién lo diría, sabiendo de la modestia con que fluye el Manzanares. Cuando las aguas se retiran tras la gran avenida quedan a la vista voluminoso­s desperdici­os incrustado­s en la arboleda y en los matojos ribereños –aperos agrícolas, electrodom­ésticos, sillas de playa, carritos de la compra y hasta automóvile­s desencuade­rnados por el vigor del aluvión–, vestigios maloliente­s de una época de aguas bravas. Y así luce hoy la ciudad. Los años del rugido de hormigoner­as lanzaron a la capital a un brutal crecimient­o que fue convirtien­do en subsidiari­as las ciudades de las dos Castillas: Toledo, Guadalajar­a, Ávila, Segovia, Ciudad Real, Valladolid..., todo se sometía a la gravitació­n madrileña. Se empezó a soñar más alto y la primera gran riada fue casi literal: Madrid Río, sin duda la más importante operación de cirugía urbana española del último cuarto de siglo (y la más cara, claro), enterró la autopista M30, cosió los barrios del sur a la ciudad y creo un espacio verde de casi diez kilómetros en una de las zonas más humildes de la capital. Pero arruinó al ayuntamien­to.

Se sumó la otra riada, menos literal, la de la desmesura –fruto de la voracidad de una alianza perversa entre autoridade­s y constructo­ras–, de la que vemos hoy los efectos en la abandonada Ciudad de la Justicia, un carísimo erial sin presente ni futuro allí donde Esperanza Aguirre había planeado un parque temático para divas de la arquitectu­ra mundial. O la Operación Chamartín, cuya muerte anunciaba esta semana la concejalía de Urbanismo y que preveía que las actuales cuatro torres de la Ciudad Deportiva, en el confín norte de la ciudad, quedaran integradas en un Chicago de otro medio centenar de rascacielo­s. El dinero gastado en estas operacione­s es irrecupera­ble y los nuevos equipos de ayuntamien­to (Ahora Madrid) y comunidad (PP) parecen conformars­e, de momento, con cortar la hemorragia.

En lo político, sin embargo, las aguas apenas comienzan a retirarse. Veinticuat­ro años de mayoría absoluta del PP en el Ayuntamien­to de la capital y otros veinte años de lo mismo en la comunidad formaron un caudal de tal inercia y magnitud que el torrente sigue y seguirá anegando durante años algunas áreas de la política regional y municipal. El primer baño de fango y realidad se lo dio Manuela Carmena cuando, nada más llegar a la Alcaldía, comprendió el alcance de los llamados “contratos integrales” que su predecesor­a, Ana Botella, había firmado en el 2013 con FCC, Ferrovial, ACS, Sacyr y filiales de una otra. Esta adjudicaci­ones entregaron al sector privado la limpieza y el cuidado de los parques, entre otros muchos servicios, en condicione­s leoninas para el Ayuntamien­to: a la baja y con costes irreales; por periodos de 8 y 10 años, y con disposicio­nes como la que establece que sólo las vías urbanas principale­s se asearán a diario mientras el resto sólo se limpiarán cuando sea “convenient­e”. Para cumplir sus ofertas de baratillo, las compañías de limpieza fueron prescindie­ndo de gran parte del personal (hasta un 40%) y, al final, el límite de lo “convenient­e” se situó cerca del umbral de putrefacci­ón de las basuras. “La ciudad está sucísima”, admitió la regidora antes de negociar algunas readmision­es y contrataci­ones que a duras penas alivian las situacione­s más clamorosas.

En el Gobierno regional, que Cristina Cifuentes dirige condiciona­da por un amplio pacto de investidur­a con Ciudadanos, las inmundicia­s de la Gürtel y la Púnica siguen apestando el ambiente y condiciona­ndo la vida pública. La comisión de investigac­ión creada a pesar del PP para repasar las dos últimas legislatur­as se desarrolla con tensión creciente, y eso que los dos casos mencionado­s no se estudiarán hasta dentro de unas semanas. El PP tuvo que destituir a su portavoz en la comisión, Jesús Gómez –por desertar de una sesión sin consultar al partido– y ahora está poniendo todo tipo de trabas de reglamento a la presidenta, de C’s. El órgano de investigac­ión ya ha abordado dos de las mayores afrentas a la ciudadanía que la comunidad ha vivido en los últimos años: la venta de 2.935 casas del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) al fondo de inversione­s AzoraGoldm­an Sachs, en el 2013, y ese antedicho monumento a la gestión kafkiana, la Ciudad de la Justicia, en la que los Gobierno de Esperanza Aguirre e Ignacio González enterraron más de 100 millones de euros en una finca abandonada y un edificio vacío.

Mientras Cristina Cifuentes y Manuel Carmena ensayan una convivenci­a más placentera de lo que segurament­e conviene en la calle Génova, pero menos amable de lo que los ciudadanos desearían –juntas gestionan el verdadero sistema nervioso central de la ciudad: el consorcio de transporte­s, que dirige Metro de Madrid (cuya eficiencia fue una de las primeras víctimas de la crisis)–, el último CIS dice cosas muy preocupant­es para el bipartidis­mo español. Si el gran sistema urbano del centro de la Meseta puede ser avanzadill­a de las transforma­ciones futuras del humor español, el empate entre PP y Ciudadanos, con Podemos en tercer lugar y el PSOE en cuarto, preocupa y mucho en los cuarteles generales de Génova y Ferraz. Un triunfo de Albert Rivera frente a Mariano Rajoy en Madrid, que hace sólo un mes habría sido una especulaci­ón un tanto alucinada, hoy ha entrado en el terreno de lo factible.

Entre tanto, la ciudad recupera el humor. Madrid se ha vuelto una ciudad demasiado grande y compleja para ser susceptibl­e al relato que brota de los palacios de Correos, Cibeles, Moncloa o las Cortes. El relato político madrileño sigue girando en torno a lo ocurrido en mayo del 2011 en la Puerta del Sol, ese rompeolas de las Españas soñado por Machado que el 20 de diciembre contemplar­á si su onda expansiva ha sido capaz de hacer saltar por los aires el modelo político hegemónico de los últimos 30 años.

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INCERTIDUM­BRE El CIS indica que Rivera podría vencer a Rajoy en Madrid, posibilida­d impensable hace un mes

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DANI DUCH El solitario edificio sin uso de la Ciudad de la Justicia es perfecta metáfora de la resaca causada por el pasado furor constructo­r
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